sábado, 22 de diciembre de 2007

Resumen final


De repente un parpadeo y todo ha terminado. El presente se hace pasado y el futuro ya ha llegado y pasa de largo como una exhalación. Afortunadamente, después de 2 días de trabajo ha llegado el fin de semana, con el añadido de los días festivos de Nochebuena y Navidad, y lo mismo la siguiente semana; eso permitirá un aterrizaje suave y algo de tiempo extra para empezar a seleccionar y organizar fotos, papeles, notas,....

Atrás han quedado 2 grandes y hermosos países: 5 provincias y la ciudad autónoma de Buenos Aires en Argentina, y 6 regiones más la región metropolitana de Santiago y al menos 7 provincias, en Chile. Atrás han quedado los espacios naturales protegidos: 4 parques nacionales, 2 reservas de fauna y un parque municipal en Argentina, y 5 parques nacionales y una reserva forestal en Chile. También han quedado atrás las especies de fauna nuevas: 91 aves, 11 mamíferos y 2 reptiles en Argentina, y 85 aves y 7 mamíferos en Chile (de todas ellas, 52 especies de aves y 3 de mamíferos han sido observadas en los dos países).

Atrás han quedado los múltiples viajes dentro del viaje, en diferentes medios de transporte: 9 aviones, 2 barcos para trayectos con noches de por medio, 2 embarcaciones para avistamiento de cetáceos, 2 barcas para paseos por lagos y la zodiac para cruzar el Beagle, 8 buses para trayectos largos (2 con noches incluidas), 30 para trayectos menos largos o cortos, 13 taxis o colectivos, 8 viajes en metro y subte (el metro de Buenos Aires), 4 coches alquilados, el coche de Jenny y el coche de Sergio. Atrás han quedado 6 alojamientos distintos en Argentina y 15 en Chile, además de una noche pasada en avión, 2 en bus y 3 en barco. También han quedado atrás los bocadillos de salame y de queso (al menos de forma casi monográfica), las ensaladas de palta y el pan con mantequilla en el desayuno.

Pero sobre todo, atrás ha quedado mucha gente. A algunas personas las volveré a ver, estoy seguro; a otras, es muy probable que no las vea más y su recuerdo se irá borrando con los años. Antes de que eso pase, quiero recordar a todas las que aparecieron en nuestro/mi camino haciendo que éste fuera más rico, aun cuando de algunas no recuerde su nombre: Jesús, Alejandra y el sabio vigilante de Punta Flecha, en Península Valdés; el celoso defensor de la frontera chilena que nos requisó temporalmente el salame en el puesto avanzado Río Don Guillermo; la encantadora Antonella, guardaparque en el parque nacional Torres del Paine, el camarero ecuatoriano y el de Punta Arenas en la Hostería Tyndall; el chico de la recepción de la hostería Hainen en El Calafate; Susana Seijas, bióloga del parque nacional Nahuel Huapi, amiga y colaboradora de varios amigos y colegas de aquí; Marcela, del hostel Los Cormoranes, de Ushuaia, y Gastón, Paula, Elton y Antonio, con quienes compartí mis primeras noches tras la vuelta de Mabel a casa, además del malagueño que intentaba que dejara de roncar el australiano-japonés, su amigo sueco, la mujer francesa y su hijo, y el resto de la gente del hostel; el capitán Fontana y la dulce Diana que me llevaron al otro lado del Beagle a bordo de la "Nene".

Gaby, Julio y Nicol, mi auténtica familia en Puerto Williams; Brita y Lars y el camarero del "Bahía Azul"; Dinka y la mujer que trabaja con ella, el hombre que me llevó a la Reserva Forestal Magallanes y a buscar la guía de aves de Chile de Jaramillo y la mujer de la editorial que me dijo que en cuanto la encontrara la comprara, tuviera el precio que tuviese, todas ellas y él en Punta Arenas; Germán Doggenweiler, el kayakista solitario hasta el Cabo de Hornos, en Puerto Natales; los diversos ocupantes de la camioneta alquilada por la carretera austral: Olivier y Pascale, Tino y su compañero, Olegario Hernández y su sobrina Macarena (aunque no viajara en la camioneta), Soto, el chico que venía de cortar árboles, y la chica callada; Esmeralda y el nostálgico del dictador que me alojaron en Cochrane y Río Tranquilo; Claudio Manzur, jefe provincial de la CONAF en Aysén (a quien nunca llegué a conocer), y su eficaz secretaria; el capitán Cheo, el cocinero José Guechia y el resto de la tripulación de la "Petrel IV"; Carlos, Pedro, Johnatan, Lucho, Sergio y Siro, guardaparques en diversos espacios protegidos de la región de Aysén, que fueron y vinieron conmigo en la lancha hasta y desde la laguna San Rafael.

El conductor de la micro al parque nacional Chiloé y su mujer; Nadia, la camarera de "El curanto", en Castro; los integrantes de Quilapayún e Inti-Illimani, que ofrecieron un precioso y emotivo concierto en Puerto Montt; Omar, el guía de la excursión organizada hasta el parque nacional Vicente Pérez Rosales, y Katty y sus dos amigas, con las que compartí algunos ratos y algunas fotos en esa excursión; el chico del hostel de Valdivia, con quien hablé un montón sin llegar a saber su nombre.....sí!! se llama Germán, lo tenía apuntado, y los israelitas interactivos; la chica francesa, también de nombre desconocido, y los brasileños Andrés y Elena, con quienes compartí diluvio en los Ojos de Caburgua y, con los dos últimos, varios encuentros más en el parque nacional Huerquehue, donde también coincidí con las 4 chilenas que se preocupaban por el español perdido; el chico de Vancouver al que ví por primera vez en Chiloé y volví a encontrar en Santiago; los Santiaguinos y porteños (alguno de adopción), generosos, amables y entrañables: Jenny, Mirem, Sergio, Homero, Verónica, Ximena, Ana María, Alfredo e Ismelda. A todos/as muchas gracias por haber estado ahí, y también a todos/as los que han tenido una aparición menor en el viaje y no están aquí citados.

A todos/as los/as que habéis seguido esta pequeña crónica viajera, hayáis hecho comentarios o no, mi más sincero agradecimiento. Como ya escribí en alguna ocasión, vuestra compañía ha sido un estímulo y un apoyo muy importante: muchas gracias y hasta otra. Pablo Neruda quien, además de construir 3 hermosas casas y una vida intensa, y de escribir algunos de los más bellos poemas de amor que yo conozco, escribió unos sencillos versos que alguien copió con tiza en una pizarra del restaurante "La Marmita", en Punta Arenas: "La redonda, suprema y celestial sandía/ es la fruta del árbol de la sed/ es la ballena verde del verano".

De momento, no seguiremos informando.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Neruda y los terremotos


A mí siempre me ha gustado decir que "hasta el rabo, todo es toro", así que aquí andamos apurando las últimas horas del viaje. Esta entrada la escribo desde el alojamiento de Buenos Aires, Bernie's, que me acoge en la última noche de cama antes de llegar a casa. En realidad, no está en Buenos Aires, si no a 3 kilómetros del aeropuerto Ministro Pistarini, más conocido como Ezeiza: llegando aquí desde Santiago casi a las 9 de la noche, y teniendo que estar de nuevo en el aeropuerto a las 9 de la mañana, no merecía la pena ir a la ciudad.

Los últimos días de Chile se podrían resumir en: machas a la parmesana, Neruda, puesta de sol en el Pacífico, Viña del Mar, terremoto, Neruda, Valparaíso, Santiago, o también, Jenny, Alfredo, Ismelda y Sergio.

Llegando con Jenny a San Antonio, después de pasar por alguna de las comunas pobres de Santiago -Quinta Normal, Cerro Navia (donde trabajó largos años y Nines con ella mientras estuvieron allí) y Pudahuel- nos metimos a comer en un restaurante "con vistas al mar" unas machas a la parmesana, que le encantan a Jenny, aunque estas no le gustaron mucho, y una reineta a la plancha con ensalada de palta y palmito. Traducción: las machas son unos bivalvos de tamaño más que regular, que eran las que yo llamaba tellinas gigantes en la playa del parque nacional Chiloé; la reineta es un pescado muy rico, parecido a .... no sabría deciros, ya sabéis que mi paladar deja bastante que desear; la palta es el aguacate, como ya sabréis casi todos.

La casa de Neruda en Isla Negra, la más genuina casa de Neruda, es una maravilla. Ni siquiera terminan de molestar el resto de turistas, el no poder hacer fotos o el tener que ir con guía y a su ritmo (relativamente rápido). Él mismo se definía como "cosista", acumulador de cosas, y así sus casas -sobre todo la de Isla Negra- están llenas de botellas de vidrios de colores, máscaras, mascarones de barcos, reproducciones de barcos, cuadros de barcos, fotos de poetas, objetos comprados en medio mundo, todo un mundo abigarrado y cálido en el que el poeta, amante de la buena vida, gustaba de reunirse con sus amigos a comer y tomar tragos.

Y la vista desde la casa, encaramada a una pequeña playa rodeada de rocas, es para quitar el hipo. El Pacífico se pasa allí la vida cantando. Os aseguro que me he imaginado perfectamente allí, comiendo y tomando tragos con mis amigos, con todos vosotros.

Terminar un día viendo la puesta de sol en el Pacífico no es mala cosa; máxime en un sitio con tráfico intenso de gaviotas, cormoranes, pelícanos, etc.

Viña del Mar es un sitio medio grande, pegado literalmente a Valparaíso, donde nos comimos un completo y paseamos un poco. Estábamos en el paseo marítimo haciendo tiempo para encontrarnos con Alfredo e Ismelda, dos amigos de Jenny que nos iban a enseñar los cerros de Valparaíso. Jenny se tumbó en un banco y yo me senté al lado, y de repente el banco empezó a agitarse violentamente; aunque no había notado ningún ruido, pensé que un camión estaba embistiendo al banco pero, cuando me volví a mirar, lo que ví fue que el coche aparcado detrás del banco también se movía con fuerza: ¡era un temblor! (allí no dicen terremoto a no ser que se caigan las casas a montones).

Al poco rato todo el mundo hablaba del temblor, dónde le había pillado, qué sabían, etc. Fue de 6 grados en la escala Richter, con el epicentro a 47 kilómetros de Valparaíso y un poco más cerca de Viña del Mar, y allí llegó de 5 grados: es una sensación realmente impresionante. Había mucha gente bastante asustada, pero al parecer no pasó nada grave aparte de hundirse una casa en Valparaíso. En casa de los amigos de Jenny, llena de antigüedades y cosas traidas de viajes, se les cayó todo y se les rompieron algunas cosas. Supongo que en España no habrá sido noticia. No sé si esta tierra tendrá algo conmigo, porque a las dos horas de llegar a Chile, el 14 de noviembre, fue el terremoto de Tocopilla, y ahora me despide con otro.

Valparaíso -que visitamos con Alfredo, nativo de aquí (también se llaman porteños), médico del hospital público de Viña, amante de la historia y disfrutador de otra beca Pinochet- es una ciudad, como otras varias que ya hemos visto, construida desde el mar hacia los cerros que la cierran por detrás. Esta tiene la particularidad de que los cerros son unos cuantos (nosotros vimos Cerro Alegre y Cerro Concepción), son bastante altos (lo que hace que la parte alta de la ciudad sea dura), tiene algunos de los que aquí llaman ascensores, que son unos mini funiculares, como algunos que hay en Lisboa, por ejemplo. Son de principios del siglo XX y todavía hay alguno en funcionamiento. Las inevitables casas de colores, forradas con chapas que traían los barcos, y con ventanas de guillotina, son lo más típico de la ciudad; se están rehabilitando muchas para poner hoteles, resaurantes y tiendas.

Y en Valparaíso está la tercera casa de Neruda, la Sebastiana, con vocación de barco en tierra como las otras dos, y con una vista sobre la bahía realmente impresionante. Hay un poema suyo: El Océano Pacífico se salía del mapa/ No había donde ponerlo/ Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte/ Por eso lo dejaron frente a mi ventana.

Casi a partir de ahí han empezado, o continuado, las despedidas: de Alfredo y su mujer Ismelda, gracias a los dos; de Jenny al llegar a Santiago, gracias Jenny, ojalá te vaya todo muy bien; de Sergio, aunque antes de despedirnos hemos tomado el último pisco-sour de Santiago, comido, subido al cerro San Cristóbal y visitado el memorial de los muertos por la represión del golpe. La despedida ha sido en el aeropuerto, después de depositarme allí. Gracias Sergio. Espero recibiros a todos en Segovia y corresponderos.

Algunos personajes del aeropuerto: en el mostador vecino, los jugadores del equipo de fútbol de la primera división Universidad de Concepción, que acaban de eliminar en las semifinales al Audax Italiano, que había ganado todo en la liga regular. El chico que está delante de mi en la cola: se va a trabajar a Barcelona porque le ha llamado un amigo; va con sus maletas nuevas azules, su guitarra y un poco de susto. El hombre que está detrás de mi en la cola: acompaña a su hijo pequeño que se va a pasar el verano a Nueva Zeland(i)a, trabajando en una finca agrícola y aprendiendo inglés (práctica habitual entre jóvenes chilenos, al parecer). Habla orgulloso de la herencia española de Chile, "Ustedes nos dieron la lengua, la religión, la organización, las costumbres,... aunque algunos renieguen de ello", y de lo bien que está Chile; aunque sigue siendo, según él, un país pobre necesitado de ayuda, tiene lo básico para funcionar: buenas instituciones, buenas comunicaciones, buena situación económica,... Con lo poco que he conocido, estoy de acuerdo con él, y la diferencia con Argentina es enorme, siempre a favor de Chile.

Buenas noches desde Buenos Aires. Seguiremos informando.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Nombres propios


En Santiago, jueves 13 de diciembre de 2007, empezado a escribir a las 21:42

Jorge Alessandri: presidente de la República de Chile entre 1958 y 1964. En el pedestal de su estatua, ubicada en la plaza donde se abre la puerta principal del Palacio de la Moneda, hay algunas frases buenas, sobre la vocación de servicio y para qué se accede a puestos de poder, y una sobre la soledad que he apuntado: "Aquellos que nos juzgan por la seriedad de nuestro rostro o por el retraimiento social de nuestras vidas, tal vez olvidan que en la soledad surgen y maduran las grandes inquietudes del hombre". ¡Toma!

Jenny Chomalí: amiga originalmente de Nines y Gonzalo, la conocimos todos en Segovia y yo ahora la estoy viendo aquí. Me paseó el martes por su ciudad, la he dado vacaciones miércoles y jueves y mañana viernes me va a llevar a Isla Negra en su camellito (camioneta como la que me llevó a Tortel), a dormir a su parcelita y a visitar el sábado Valparaíso, con un amigo suyo psiquiatra, y Viña del Mar. Un encanto. De padres palestinos llegados aquí en los años treinta, se dedica a temas que podríamos llamar socio-sanitarios, y me ha explicado qué son o, mejor, qué eran, las paqueterías que, casualmente, eran negocios básicamente de palestinos: vendían artículos pequeños, sobre todo de mercería, botones, cremalleras, hilos,...que iban en pequeños paquetitos, y de ahí les viene el nombre.

Libertador Bernardo O'Higgins: todos sabíamos que el destino de los próceres es ser cagado por las palomas, pero lo de O'Higgins, el pobre, se pasa de castaño oscuro. No es sólo que haya bustos suyos en cada localidad chilena con un poco de amor patrio, con lo que las posibilidades de ser cagado aumentan exponencialmente, sino que su nombre se usa para todo. Hay usos normales, como las calles, avenidas o plazas que llevan su nombre en todas las ciudades y pueblos. Hay usos importantes, como es utilizar su nombre para denominar un pueblo -Villa O'Higgins, el final, de momento, de la carretera austral- o una región entera.

Pero hay usos un poco patéticos. Por ejemplo, hay un equipo de fútbol de la primera divisón, que es el O'Higgins. Mientras estaba en Castro se jugaron los partidos de ida de las semifinales del play-off del torneo de clausura (como una liga pequeña, por lo que he podido pillar), y hubo un partido en el que el resultado fue O'Higgins 0 - Colo Colo 5; os podéis imaginar los titulares: "O'Higgins humillado", "O'Higgins derrotado", "O'Higgins mordió el polvo", etc. Como véis, impropio de un prócer que se precie.

Pero con todo, para mí, lo peor es lo de los supermercados O'Higgins: "Esta semana, por la compra de una lata de locos, O'Higgins te regala un sobre de sopa de apio" o "Sensacional oferta de O'Higgins: por la compra de 6 unidades de papel higiénico, regalo de un paquete de servilletas de papel". Lamentable. Libere usted un país para eso.

Sergio Mendoza: gerente de manejo del fuego en la CONAF (Corporación Nacional Forestal), es decir, responsable de evitar y, en su caso, combatir, los incendios forestales de todo Chile. Nos conocimos en Segovia en una visita oficial de la CONAF en la que se planteaba la redacción y firma de un convenio entre ellos y la Junta de Castilla y León en temas de espacios naturales protegidos (ya hay uno similar en materia de incendios forestales, aunque me cuenta que por la parte castellana está, digamos, dormido). En aquel primer encuentro íbamos los dos solos en un coche y al rato ya estábamos hablando de Allende y la dictadura, y cantando canciones de Víctor Jara, Violeta Parra, Quilapayún e Inti-Illimani. Pensé que finalmente no le iba a poder ver pero el miércoles quedamos a las 12 junto a la estatua de Allende, delante del Palacio de la Moneda. Hoy ha ido a Concepción, donde organiza un evento (está comenzando la campaña de incendios y tiene que viajar mucho), y esperamos vernos el domingo, en la pura despedida.

Me invitó a comer en el mercado central, y después paseamos por Ahumada, Bulnes, .... hasta llegar a su oficina. Me previene continuamente para que tome precauciones "anti-robo" con la cámara de fotos, que yo llevo colgada relajadamente. Me presentó al actual gerente de espacios protegidos, con el que hablé de retomar el tema del convenio como si yo fuera alguien importante; hablé con el anterior, con el que había coincidido en Salamanca, me regaló un libro y unos afiches sobre el centenario de la reserva de Malleco y me presentó a:

Homero Altamirano: uno de los fundadores de Inti-Illimani (el Inti, dice él). Sergio nos dejó un rato solos y fue a hacer algunas cosas; si no llega a volver, todavía seguiríamos hablando, bueno, sobre todo él, hábilmente sonsacado, he de decir, por mi. Cuando el golpe militar, él era responsable de espacios protegidos, así que en virtud del cargo fue de los que disfrutó de una "beca Augusto Pinochet" (así lo llaman), que le hizo pasear su exilio por Finlandia, España, Italia y Mozambique, país este último donde trabajó 4 años en un proyecto de la ONU con gente de un montón de países (no sé si dijo más de 40). Tipo entrañable, cercano y ameno, parece que nos conociéramos de siempre. Me regala un libro que ha escrito hace poco y un DVD de unos músicos jóvenes. De vez en cuando se sigue juntando con el Inti para cantar en algunos conciertos. Cuando estaba hablando con él en su oficina no paraba de decirme (yo, a mí mismo, por lo bajini) "No es posible tener tanta suerte!"

Verónica Hidalgo: amiga de Sergio, trabaja en el Ministerio del Interior como responsable de catástrofes (no, no es la responsable de erupciones y terremotos, si no de paliar sus efectos). Ayer la llamó desde su oficina para ver si me podía enseñar el Palacio de la Moneda, algo más que a un simple turista. Hablamos varias veces por teléfono hasta que hoy hemos quedado a las 12 de la mañana delante de la Moneda, después de decirnos el aspecto (el mío es de "viejito pascuero" total) o la ropa que iba a llevar.

Nos encontramos en un lateral del palacio porque hay algún acto oficial. Entramos, decimos (dice) el nombre clave y nos pasan al lugar donde dan las acreditaciones, donde descubrimos que "estamos en pauta con..." de forma que ya no necesitamos nada más. Ella trabajó aquí (aquí está la sede principal del ministerio del interior) antes de que trasladaran las catastrófes de oficina, de modo que la conoce todo el mundo y va repartiendo besos y saludos por doquier. Al terminar la visita, le hago unas fotos en la puerta. Es un encanto de mujer.

Ximena Gattas: jefa del gabinete de prensa del Ministerio del Interior, también de origen palestino. Era la que nos había puesto en su pauta. Cuando la estamos esperando yo estaba un poco volado (por ejemplo, mi atuendo no era lo más conveniente para reuniones con altos cargos), pero llega comiéndose una manzana y me planta un beso, y la poca tensión desaparece. Vivió dos años en Madrid (y se volvería mañana) y tiene un hijo estudiando en la Complutense. Nos enseña la placa que se ha puesto en el lugar más próximo a donde murió Allende (el sitio exacto donde murió, el salón Independencia, fue demolido por el dictador que, miserable y ruin de él, mandó hacer un cuarto de baño allí), algunos salones, dos cuadros en los que aparece el balcón con Allende saludando cuando su toma de posesión, y el mismo balcón después del bombardeo. Mientras charlamos en unos sofás en el salón de los cuadros, estamos oyendo en la sala de al lado al vocero (portavoz) del gobierno, hablando con la prensa......en fin, sin comentarios. Intercambiamos nuestros correos elctrónicos y se va corriendo de nuevo. Otro encanto.

Mapocho: es el río que cruza el centro de Santiago por el norte en dirección aproximada este oeste. Lleva poco caudal aunque rápido, y su agua es de color café con leche. A sus orillas, muchas palomas y gaviotas de las de antes: cahuil y dominicanas. En sus márgenes, algunos parques llenos de santiaguinos, pequeños mercados, tordos, choroyes,... Al norte Bellavista, al sur Providencia.

Violeta Parra y Ana María: en la preciosa sala de exposiciones que hay debajo de la Moneda hay dos exposiciones, una sobre obra gráfica de Violeta Parra, y otra bastante grande sobre "España, encrucijada de civilizaciones". Cuando voy a entrar en la de Violeta Parra, la chica que explica los pormenores, coge la entrada, etc., de nombre Ana María, está sentadita debajo de una altavoz por el que suena música de la Violeta ....y está dormida. Cuando reacciona, le entra mucha risa y al terminar de ver la pequeña exposición, como no me deja hacer fotos dentro, le digo que me deje hacerle una foto a ella, cosa a la que accede. Cuando acabo de ver la otra exposición y me voy, ella está saliendo y me dice que nos sentemos y conversemos un rato. Total, que media hora de palique en un banco de piedra al lado del palacio; me pregunta todo tipo de cosas de España, la monarquía, las viñetas de 'El Jueves', la música, las costumbres navideñas (en el Hi Hostel en el que estoy hay un pino navideño encendido, con el calor que hace...), las formas de decir algunas cosas, lo que hacemos en el tiempo libre... Al rato, ella a su metro y yo a seguir andando como llevo haciendo desde la 9:30 (eran ya las 19:30).

Los que no tienen nombre son los dos energúmenos con los que he compartido (es un decir) la habitación del hostel. Cuando llegaron por la noche (por la tarde habían dejado sus cosas tiradas por todas partes, como si la habitación fuera suya), yo estaba durmiendo pero no tuvieron ningún problema en encender la luz y hablar en voz alta lo que les dio la gana. Ahora aparentemente no están, aunque si se han ido se han dejado una toalla y una bolsa de aseo ¡me alegro! Ha llegado a la habitación un chaval majete de Australia que está empezando un largo viaje, y hace un rato me he encontrado con un chico con el que coincidí en Chiloé (me rompí una uña colocando su puñetera mochila que no paraba de caerse en el bus al parque nacional); resulta que es de Vancouver y lleva 9 meses dando vueltas por Sudamérica. Ya está pensando en perder el avión de vuelta, en marzo.

Y muchos más, también sin nombre conocido para mí, con los que me cruzo, camino a su lado un rato, comparto vagón de metro durante algunas paradas, veo sentados en algún parque, o pregunto por alguna dirección. Saludos para todos.

Buenas noches. Seguiremos informando

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Yo pisaré las calles nuevamente.....


Pero antes de pisarlas (las calles de Santiago), algunas cosas que se han quedado colgando, no en el tintero si no en los papelitos en los que apunto algunas cosas para, ¡qué paradoja!, que no se me olviden.

En la excursión organizada en Puerto Montt, la primera parada fue en el tercer nivel de la propia ciudad. El nombre mapuche de Puerto Montt es Meli Pulli, que quiere decir cuatro colinas, y así la ciudad ha ido creciendo subiendo desde el mar. En el tercer nivel, en el que paramos a ver la vista desde un mirador, nos cuenta el guía que la mayoría de las casas de esta zona se construyeron para alojar a los damnificados del terremoto de 1960, procedentes de la ciudad de Concepción. Dicho terremoto ha sido el de mayor intensidad de los registrados en la historia, 9.8 en la escala Richter: a pesar de que el máximo en esa escala es 9.5, al parecer, la aguja aún (gracias Ana M.) subió un poco más por una escala sin numerar. Ese terremoto, conocido sobre todo como el terremoto de Valdivia, y el maremoto subsiguiente, arrasaron gran parte de la costa del centro sur de Chile, llevándose por delante, además de parte de esas ciudades, barrios enteros de Ancud, en la isla Grande de Chiloé.

Este país es rico en catástrofes naturales. Ya en la entrada sobre Aysén comentaba algo del terremoto de abril de este año por reajuste de las 3 placas tectónicas que se juntan aquí. Pero además, Chile es el país del mundo con más volcanes activos (dos mil y pico) y dormidos (unos 3.500). Hace unos 11.000 años, la erupción del Calbuco, que no pudimos ver por las nubes el día de la excursión de puerto Montt, separó el lago Llanquihue del lago Todos los Santos, y ahora esa zona está completamente cubierta por rocas y cenizas volcánicas. Por cierto, cuando dábamos una vuelta en una barquita por el lago Todos los Santos, se despejó el cielo al norte y pudimos ver el impresionante cono nevado del volcán Osorno, precioso... y dormido hace unos miles de años. No como el Calbuco, cuya última erupción grande se produjo en 1852, a los 6 días de la llegada de los primeros colonos alemanes a la zona, llegados desde su país para hacer Chile y hacerse chilenos.

Para no dejar cabos sueltos, deciros que la excursión de ayer por el parque nacional Huerquehue fue como "las de antes", las de las lluvias y barros de Tierra del Fuego, las de los umbríos bosques magallánicos, aunque con poca presencia de aves (tordo, zorzal, chercán, golondrina chilena, fio-fío, cometocino y los inevitables queltehues y bandurrias), siendo la más continua el canto del casi invisible chucao. Ese canto me lo enseñó Olegario Hernández, en Tortel: "¿Sabe usted qué pájaro es ese que canta, Don Olegario?" "Es el famoso chucao" contestó él muy misterioso, y ya no le pregunté más.

La caminata de ayer (de 10 de la mañana a 5 de la tarde, sin parar a comer por miedo a perder el único micro de vuelta), discurre por unas pendientes llenas de barro y cubiertas de un bosque en el que predominan los gigantescos coigües, robles (otro Nothofagus distinto, y van 6), mañíos macho, lengas, cañas colihue y, a partir de los 1000 metros de altitud más o menos, las araucarias, de enormes troncos rectos y sin ramas. Entre el paisaje humano, las cuatro chilenas simpáticas que "ya pensábamos que el español se había perdido e íbamos a dar parte", el grupo de jubilados ingleses (pero ¿cómo demonios suben por aquí, si yo voy muerto?), y la marabunta de jóvenes israelitas, habitualmente poco educados, nada sociables y oyendo música y cantando. Sólo en Valdivia he coincidido con un grupo de israelitas sociables con los que he podido hablar: después del servicio militar obligatorio (3 años ellos, 2 ellas), trabajan una temporada, ahorran y se van a viajar, sobre todo por Argentina y alguna parte de Chile, que les resulta más barato.

Por la tarde se despejó y hasta hizo bastante calor. Teniendo en cuenta que llevaba el polar, la chupa y el superponcho -que estrené ayer- ya que no podía mojarme como el día anterior, el calor fue un castigo. Aunque tuvo premio: al bajar a Pucón (teníais que ver el recorrido de esta línea regular de micros!), estaba completamente despejado y pude comprobar que era verdad: ¡el volcán estaba ahí! El volcán Villarrica, un cono perfecto, cubierto de nieve y con su penacho de humo permanentemente saliendo (menos cuando se tapona, y entonces hay que prepararse para correr), cierra las vistas de Pucón por el sur, y es un espectáculo realmente impresionante. Me compré una lata de cocacola, unas galletas bañadas de chocolate (por lo de recuperarme de la marcha), y me senté en un banco mirando atontado al volcán mientras daba buena cuenta de los caprichos. Hay que añadir que en el ayuntamiento hay un semáforo indicando la actividad volcánica, un cartel diciendo qué hay que hacer en función de sus colores, donde tienen que evacuar los habitantes de cada barrio, hay señales por la ciudad indicando las vías de evacuación....y la cosa no es broma: en 1983, la última erupción del Villarrica sepultó un pueblo cercano.

Santiago, Región Metropolitana, provincias y comunas aquí son un lío; 33º 26' S, 70º 39' W.

A las 9, bus nocturno a Santiago, a donde he llegado a las 7 de la mañana: metro (llenito de gente) hasta la parada de Héroes, ingreso en el Hi Hostel Santiago, ducha, puesta de verano (¡31 grados!) y a la calle. Estoy al lado de la calle Moneda que, como todos hemos supuesto, llega al Palacio de la Moneda que, de esa forma, ha sido mi primera visita Santiaguina. Además, se puede entrar y visitar los patios, experiencia bastante interesante para los nostálgicos. Como la de ver la estatua de Allende en una de las esquinas de la plaza de enfrente del Palacio, con parte de sus últimas palabras en el pedestal: "Mucho más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor". La Plaza de Armas ("Se buscan viejitos pascueros; 10.000 pesos"), los limpiabotas, las sedes del banco de Santander, los helados, los perros claro, un chincol alimentando a un pollo de zorzal, calor....y Antonio Banderas y su Melanie yendo a la Moneda a comer con la presidenta Bachelet, sólo un par de horas depués de estar yo allí (lo he visto en las noticias, durante el bocadillo de queso).

Por la tarde me ha recogido Jenny (la Jenny, ya no estoy solo; que raro quedar con alguien a una hora determinada), y para empezar hemos ido a ver La Chascona, la casa de Pablo Neruda en Santiago, que fue convenientemente saqueada por los milicos después del golpe: se llevaron (¡o quemaron!) muchas primeras ediciones de libros, algún cuadro de Picasso, etc.. Paseo por Bellavista con cerveza y recuerdo a Nines (ya no existe el local al que íbais), paseo en coche por Providencia, el Golf, Sanhatan,... y pizza y cervecita en El Café (+), atendidos por la encantadora Mirem, estudiante pamplonesa de psicología en la Católica (por un año), que trabaja para ganarse sus pesitos. Lo de Jenny, un lujo, claro. No sólo me está enseñando su ciudad, sino que lo está haciendo con su alegría desbordante, y ya me tiene organizados los próximos -y últimos- días del viaje.

Espero poder seguir informando.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Adiós a la Patagonia


Pucón, Región de la Araucanía, provincia Cautín, comuna Pucón; 39º 16 S, 71º 58' W

Como algún/a avisado/a recordará, en una de las primeras entradas de este blog se citaba a un sabio que describía la Patagonia como aquella porción del subcontinente sudamericano que se extendía al sur del paralelo 40, entre los 2 océanos. Pues bien, como podéis ver en las coordenadas del lugar en el que me encuentro, ya estoy al norte del paralelo 40. Ayer, en algún momento de la mañana, cuando iba en el bus desde Puerto Montt a Valdivia, crucé esa línea invisible y dejé atrás el sueño patagónico que me ha acogido durante 45 días.

Después del memorable concierto, el último día en la Patagonia fue quizás el de más turista estricto: dadas las dificultades de movimiento sin vehículo propio, me apunté a una excursión para ver varias cosas cerca de Puerto Montt: Puerto Varas, a orillas del lago Llanquihue (el 2º más grande de Chile, despues del General Carrera que vimos en el viaje de Coyhaique a Tortel), la laguna Poza, la laguna Verde y los saltos del río Petrohué, estos dos últimos ya dentro del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales.

Siendo cosas bonitas, que lo son, lo de ir a toque de trompeta y tener que parar donde quiere el guía me mola más bien poco, máxime despues de tanto tiempo de ir a mi rollo. Pero bueno, no había otra forma de hacerlo. Eso sí, me convenció para irme de Puerto Montt antes de lo previsto, porque además no hay excursiones ni siquiera organizadas al Parque Nacional Alerce Andino, que tenía interés en visitar: hay que formar un grupo, cosa complicada en mi caso.

Total, que ayer, como os decía, bus a Valdivia y, una vez allí, paseos por la ciudad, por una de las fortalezas españolas construidas en el siglo XVII (creo) para proteger la entrada a la ciudad, por el campus de la Universidad Austral, en la que por cierto busqué la facultad de Ciencias para hacerme una foto doblemente austral, sólo para encontrar un cordón policial porque la facultad se había quemado entera 5 días antes!! y están en pleno proceso de investigación.

Una de las peculiaridades de Valdivia es el mercado de pescados, moluscos y otros seres marinos de difícil ubicación taxonómica, y vegetales variados; y no sólo es peculiar por lo que se vende, si no por la presencia de una veintena de lobos marinos que andan literalmente entre las piernas de los pescaderos que limpian los peces de espaldas al río. Según cuentan los nativos, la cuestión empezó hace unos años con la aparición de un único lobo -Panchito- al que pronto le siguieron los amiguetes. Además de los lobos -de un tamaño impresionante- los pescaderos están rodeados de gaviotas cahuil (parecidas a nuestras reidoras) y cormoranes yeco (parecidos a nuestros moñudos). Los perdedores (siempre según mi informador nativo: Germán) han sido los pelícanos, que fueron corridos por los lobos hasta casi desaparecer (cuando yo estuve, había sólo uno).

La verdad es que este viaje huele a final por todas partes: ya voy a toda velocidad, acortando etapas para ver más sitios pero ya no en el plan que quería, que precisamente era hacer las cosas con calma: demasiado que ver. El caso es que esta mañana, de nuevo bus, en esta ocasión de Valdivia a Pucón, y aquí visita a uno de los lugares recomendados por Gonzalo: los ojos de Caburgua, sitio bonito .... si no hubiera estado cayendo el segundo diluvio universal, la más intensa, prolongada y ventosa lluvia de todo el viaje. Con una chica francesa, haciendo prácticas en Santiago con Amnistía Internacional, un brasileño licenciado en Relaciones Internacionales y su novia, pasamos un par de horas refugiados intentando secarnos, hasta que conseguimos agarrar el último bus al pueblo. Ahora, 3 horas después de volver, todavía estoy mojado (y todos mis pertrechos).

Mañana iré en otro bus al Parque Nacional Huerquehue (ahí sí se puede ir solo y pasear tranquilo....si no llueve!), y por la noche bus nocturno a Santiago (787 kilométros), última etapa del viaje, donde espero encontrar a algunas/os amigas/os.

Como véis, poca inspiración. Espero, desde Santiago, seguir informando.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Estampas castreñas


He de empezar diciendo que escribo esto en Puerto Montt, a donde he vuelto para ir a un concierto de Quilapayún (los jóvenes, que estudien), que están haciendo una gira por todo el país interpretando la Cantata de Santa María de Iquique, para conmemorar el centenario de aquellos ominosos hechos. La gira comenzó en Porvenir (Isla Grande de Tierra del Fuego) y acabará el 21 de diciembre (día del centenario) en la propia Iquique. El concierto, en el Gimnasio Municipal Lota, humilde, humildísimo y no lleno, aunque los del público estábamos entregados . Como invitados estaban Inti-Illimani (los jóvenes, que sigan estudando). Yo creía que iban a interpretar la cantata entre todos y a correr, pero ya, ya. Primero, casi una hora de Quilapayún solos; luego, casi una hora de Inti-Illimani solos, y unas cuantas canciones ("Córrele, córrele, córrela", por ejemplo) todos juntos. Luego, la cantata; luego, "El pueblo unido jamás será vencido", todos, pero todos. En fin, decir que fue emocionante es poco, pero no puedo decir más. Ha sido un regalo.

Castro, capital de la isla Grande de Chiloé, parece que finalmente aun (o, como preguntaba Jaime, me sumo a su duda ¿aún?) en la región de los Lagos (los chilenos no se aclaran de momento con sus nuevas regiones); 42º 28' S; 73º 45' W

Castro es una pequeña ciudad de alrededor de 30.000 habitantes, situada en el centro de esta isla que podría estar en Galicia, a no ser por bandurrias, tiuques y cholgas, entre otros.

Cuando llegué a la terminal del bus de "Cruz del Sur, su flota amiga de la X región" y busqué rápidamente un alojamiento en el que desprenderme de mi mochila, no sabía que estaba quedándome a dos cuadras de la calle principal de la ciudad, San Martín, calle que he tenido que recorrer repetidamente para casi todo: ir a la terminal municipal de buses, al supermercado "La Brújula", abierto hasta las 12 de la noche, proveedor de material para bocatas y desayunos (quequitos: una especie de mojicones con pasas), a la iglesia patrimonio de la humanidad, a los palafitos,....En esos recorridos por la calle San Martín, y por otras partes de Castro, he ido viendo cosas que quería contaros para que os podáis hacer una idea de como es esto (desde mi muy particular punto de vista; a cada uno le llaman la atención cosas distintas).

El ciego sentado en su taburetillo ya casi en la plaza de Armas. Tiene un aparato de música en el que suena música religioso-navideña, y agita una taza con monedas. Por la mañana, antes y después de comer y por la tarde (es decir, a las horas de entrar y salir de trabajar), le acompaña su madre que, además, le lleva el taburetillo a modo de escudo, con las patas por delante. El hippie que hace pulseras de artesanía. A veces le acompañan algunos amigos. Comparte la esquina (mejor dicho, alterna su uso) con media docena de perros, cinco de ellos bastante grandes.

El vendedor de recipientes de fresas en una carretilla. La vendedora de chucherías y cosas varias que se pone detrás de una reja (la mercancía está delante). El mendigo con muletas ¿Me podría dar alguna moneda?. El vendedor de pollitos amarillos, y alguno con partes negras. La vendedora de pescado en un par de cajas y con romana. La vendedora de guisantes y otras legumbres de su huerta. Los vendedores de CD piratas. La gente que va y viene a la compra. La gente que va y viene a y de sus trabajos. La gente que va y viene a y del terminal de buses. La gente que va y viene hablando por su celular. La gente que va y viene. La gente.

Los sacos de harina (en casi todos los supermercados que he conocido en Chile se venden sacos de 50 kilos de bastantes tipos de harina), los sacos de pienso. La escuela "Los Ciruelillos". La "Amasandería artesanal Teresita"; la carnicería con el dibujo de una vaca; al lado, el café restaurante "El pingüino", con el dibujo de un pingüino; al lado, la ferretería "El Águila", con el dibujo de un águila. Los perros: además de los 6 que se alternan con el hippie, en Castro, como en todas las ciudades de Chile, hay un sorprendente número de perros que viven en la calle sin dueño. También hay gatos.

La señora mirando por una grieta de la puerta para ver porqué no le abre la vecina a la que le trae un mandado. El humo, pero ¿qué queman, que huele así?. Los turistas, no muchos, pero algunos. "El unicornio azul" de Nines y Gonzalo. Mi "Don Miguel". La yerbería y bazar, las gasfiterías, los centros de llamados. La pintada que dice "Allende vive"

Macarena, la sobrina de Olegario Hernández, de Tortel (¿os acordáis?), que sueña con venir aquí. Nadia, de "El curanto", que sueña con irse de aquí. Eugenia, de León, que en uno o dos años se vendrá a soñar su historia de amor aquí. El chico del ciber, donde he pasado algunas horas, siempre con su mochililla y su gorro de lana largo con pompón -como el que tenía yo a su edad para ir a la sierra- y sus amigos: entre ellos tienen sus juegos de palabras que repiten continuamente entre grandes risas. "Póngase en el ordenador de siempre" "Hasta luego, chau chau". El joven informal, dueño del restaurante al que fui a cenar una noche, que cuando me preguntó si me había gustado el lomo vetado a las brasas y le dije que no, señalándole el plato vacío (ya lo sé, lo hago muchas veces), me miró estupefacto hasta que finalmente lo entendió y se fue riéndose a carcajadas, muy bueno, muy bueno. "Vaya risa más falsa, tío", pensé yo. "Eres un capullo, tío", pensó él.

Los carabineros en el coche de carabineros, sonando la sirena para pararse a hablar con un amigo. Los dos perros cojos que corren cojeando y ladrando detrás del coche de carabineros (y sólo detrás de él), que iba sonando la sirena para pararse a hablar con un amigo. Las puertas entreabiertas de las casas por las que apenas se llega a entrever algo de la intimidad que se esconde dentro.

El chaval que reparte pasquines de pobre redacción y tremenda oferta: "Atención Castro y sus alrededores, ya se encuentra Sra. Hilda, se pone a sus órdenes con 20 años de experiencia. Le ayuda a resolver sus problemas por muy difíciles que sean por medio de poderes espirituales....curo alcoholismo, impotencia sexual, alguna enfermedad desconocida. Todos mis trabajos son garantizados". Las iglesias evangélicas, bautistas, adventistas, de los santos de los últimos días, y demás. El oculista que viene de Santiago a pasar consulta y está anunciado en todos los buses, 6.000 pesos la consulta.

Las salmoneras. Los delfines entrando al fiordo al subir la marea, paseándose casi entre los palafitos. Los palafitos, claro, los palafitos, lo más típico de Castro; casitas de colores construidas encima de la zona de marea, con mucha fotogenia y, supongo, poco confort. Las bandurrias, las gaviotas, los churretes, los tiuques, los gorriones comunes (siempre presentes en todo el viaje), los zarapitos de pico recto (el 25% de la población mundial pasa aquí el invierno boreal; Jaramillo dixit), los jotes, y tantas especies más.

Los dos hermanos que van 3 días a la semana de Castro a Cucao, a la escuela (4 horas diarias de bus), porque se habrán mudado de casa. El viejo pescando en la Costanera con un sedal enrrollado en un trozo de tubería de PVC, gris. El taller de soldadura "El Mago", el restaurante "Ven a mí", que vende chicha envasada. El taller de confecciones "Anny Chile: exclusividades, ¡Artículos para despedida de soltera!" Paqueterías por doquier (¿qué son las paqueterías?). El hospedaje "Haga tuto aquí" (¿?). El local de la Federación de Comunidades Mapuche-Huillinque. El señor que, ya en el bus, se sube a ofrecer "Milo, cafecito, té de hierbas..."

Todo eso es Castro. Todo eso y mucho más; ese más que nunca llegaremos a conocer, como en realidad nos pasa hasta en nuestra propia ciudad, porque desde que se inventaron las paredes, las puertas y las casas privadas (mis antepasados Haida del Pacífico noroeste vivían en grandes casas comunales), sólo podemos aspirar a adivinar pequeños retazos de las vidas que discurren a nuestro lado.

Ya desde el continente, seguiremos informando.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El inmenso Pacífico


Que el océano Pacífico es inmenso ya lo sabíamos todos. Incluso tuvimos la suerte de verlo en Canadá, pero la sensación de inmensidad que me dio ayer fue algo nuevo: unas 15-20 hileras de olas rompientes, unos 800 metros de caos antes de salir a la relativa, muy relativa, tranquilidad de la marejada y la mar de fondo. Todo el tiempo me imaginaba tener que salir de la playa o atracar en ella con un kayak ... y algunos sabéis a qué me refiero. ¡Se me ponían los pelos de punta! (Por cierto, tercer intento frustrado de remar: en la bahía de Castro, de aguas mansas, sólo organizan excursiones en kayak en enero y febrero).

Esa playa -enorme, solitaria, preciosa- está en el parque nacional Chiloé, en su extremo meridional. El parque, declarado en los años 80, es muy pequeño para lo que hemos visto hasta ahora, menos de 50.000 hectáreas. La única parte accesible fácilmente es desde la pequeña localidad de Cucao, junto a la bahía del mismo nombre, a donde se llega en microbús tras unas dos horas de viaje no demasiado confortable. Como no hay más que un bus de ida y otro de vuelta, únicamente se pueden estar unas cinco horas y media andando por allí. Yo me concentré en la playa y un par de zonas que se cruzan para llegar hasta ella.

La primera parte que se atraviesa desde el área de administración del parque está cubierta de arrayanes, no demasiado grandes, dos especies de leguminosas absolutamente a reventar de flores amarillo intenso (Genista hispanica) y amarillo pálido (Lupinus arboreus), chilcos (Fuchsia magellanica), arbustos casi arborescentes llenos de flores, fucsias, claro, y montones de naltas, unas plantas de hojas gigantes (más de un metro de diámetro), y tallos también enormes y comestibles (en Coyhaique los vendían por la calle), y más cosas desconocidas, por supuesto. La cobertura del suelo es prácticamente del 100%, así que es imposible salirse del pequeño sendero. Lo más notable fue el avistamiento de un bando de choroys, una de las especies de "loro" que se puede ver en este país.

El camino se abre en una amplia zona de pastizales, matorrales bajos y zonas de charcos, en las que hay montones de aves, desde zarapitos y playeros de Baird, hasta bailarines chicos, run-runes, colegiales y golondrinas chilenas, sin olvidar a los sempiternos queltehues y tiuques (eso para los que disfrutan con los nombres de los pájaros), y a los numerosísimos aquí jotes de cabeza colorada. Todavía antes de salir de la zona más vegetada cayó un granizo-chaparrón de mucho cuidado, justo cuando iba en mangas de camisa.

Viene, pues, a cuento, que explique aquí un par de dolencias que sufre el turista con aficiones parecidas a las mías y similares medios de locomoción en lugares de clima inestable. La primera podríamos denominarla estrés termo-higrométrico con interfase óptica; la segunda es el estrés óptico sensu stricto. Intentaré explicarlas brevemente.

1º) Estrés termo-higrométrico con interfase óptica: consta de varias etapas:

Fase 1: el turista sale de su alojamiento. Hace una mañana espléndida y luce el sol. Se sacan de la mochila la cámara de fotos y los prismáticos. Se mete en la mochila el polar y se sujeta la chupa con las correas exteriores. Se ponen las gafas de sol (interfase óptica).

Fase 2: minutos después, se nubla y empieza a refrescar. Se saca de la mochila el polar, se dejan en el suelo cámara y prismáticos, se pone el polar, se cuelgan de nuevo cámara y prismáticos. Se quitan las gafas de sol (interfase óptica).

Fase 3: minutos después comienza a llover con intensidad. Se suelta la chupa de las correas exteriores y se pone. Se meten en la mochila los prismáticos y la cámara. Se le pone el chubasquero a la mochila. En esta fase no hay novedad con las gafas de sol, así que no hay interfase óptica.

2º) En este momento es cuando actúa el estrés óptico sensu stricto: minutos o, más habitualmente, segundos después de comenzada la fase 3 "aparece" alguna foto imprescindible: se descuelga la mochila, se la quita el chubasquero, se saca la cámara dejando la mochila abierta, se hace la foto mientras se moja la cámara, se guarda, se cierra y se pone el chubasquero hasta que la situación se repite instantes después. La cosa puede complicarse si en lugar de una foto lo que "aparece" es algún pájaro desconocido, ya que los prismáticos van al fondo, así que hay que sacar la cámara, ponerla en algún sitio, sacar los prismáticos, mirar, guardarlo todo.....y así ad eternum hasta que, afortunadamente, tarde o temprano se vuelve a la fase 1. Entonces hay que disfrutar todo el tiempo que se pueda. Os aseguro que es francamente cansado.

Bueno, pues como iba diciendo comenzó una transición rápida típica de fase 1 - fase 2 - fase 3. Cuando al rato volvió la fase 1 (para quedarse todo el día), tuve que quedarme un buen rato disfrazado de fase 3 hasta que conseguí que se secara todo.

El paseo por la playa, de lo mejor del viaje; no hubo nadie hasta que, cuando ya me iba, llegaron juntos los 6 norteamericanos y los 2 franceses con niña que habían compartido conmigo el viaje en bus. Todos ellos se quedaron en la desembocadura del camino, los yanquis (¿o yankees?) tumbados al sol en la arena, y los franceses tumbados al sol en un tronco.

La marea estaba baja, así que la playa era muy ancha, llena de gaviotas dominicanas y cahuil, pilpilenes (ostreros) y pilpilenes negros, piqueros y un pobre lile (cormorán gris de patas rojas) moribundo. La arena estaba llena de conchas -sobre todo de una especie de tellinas gigantes y de almejas enormes- restos de medusas, caparazones de cangrejos, cachiyuyos (las algas a las que ataban las mujeres yámana sus canoas), otras algas de grandes frondes laminares y una gran base con la que se sujetan a las rocas, troncos, restos de troncos,....y había un amarre de una barca con su ancla y todo. No quiero ni pensar en los pescadores que tuvieran que faenar desde aquí.

Los días aquí terminan igual que empiezan: con las voces de las bandurrias. La ciudad está llena de ellas; son como las cigüeñas en El Espinar, por poner un ejemplo. Además, son más o menos del mismo tamaño, anidan en árboles (ahora) y son bastante escandalosas. Aunque lo que no entiendo es porqué se llaman bandurrias y no trompetillas, o algo parecido, ya que tienen una voz entre gallinácea y trompetera grulliforme. Pero son bonitas y simpáticas (bueno, a mi me lo parecen).

Hoy, siguiendo los consejos de Gonzalo, me he dedicado a la cultura, es decir, a recorrer iglesias, es decir, a hacer kilómetros en microbus. Hay que decir que la red de microbuses es estupenda (aunque las máquinas no siempre lo sean): para ir a casi cualquier pueblo desde Castro hay servicio cada 15 minutos, y el precio oscila entre los 600 pesos (1 euro=720 pesos), y los 3.000 ida y vuelta al parque (recordad, 2 horas cada trayecto). Por supuesto, para trayectos menores la cosa va entre los 250 y 300 pesos. Además, aunque hay paradas "oficiales", te paran en cualquier sitio, tanto para subir como para bajar, prácticamente a la carta.

Pues bien, despues de hacer unas fotos a uno de los grupos de palafitos que son típicos de esta ciudad, he cogido un microbús (1.400 pesos, incluyendo el cruce en ferry del canal de Dalcahue) hasta Achao, en la isla Quinchao. Iglesia de madera sin pintar de 1730. Cerrada. Paseando por la playa, unos marineros que iban a coger su lancha me dicen que les haga una foto. Les hago varias y quedan inmortalizadas sus vacilaciones y trastabilleos producto del exceso de alcohol; afortunadamente para su seguridad, el que parecía el capitán era el que mejor estaba.

Microbús a Dalcahue (1.000 pesos, incluyendo el cruce en ferry del canal del mismo nombre). Iglesia de madera de 1905 (¿o lo habré visto mal?). Pintada de blanco y azul. Abierta. Paseando por la calle principal hago fotos de bastantes modalidades de tejuelas de madera con las que cubren las fachadas de conglomerado. No llego al rótulo de "Guzmán. Lavadoras" porque llega antes el microbús. Aunque era bastante feo, le iba a hacer una foto, claro.

Llegada a Castro casi a las 3. Bajada a la zona del puerto. Entrada al restaurante "El curanto": ¿Se puede comer curanto a estas horas? ¿Por supuesto, pase caballero? (Aunque quizás alguien ya se ha dado cuenta, aquí no hay señores si no caballeros). El famoso curanto, es "el cocido" de Chiloé: un plato compuesto de caldo, chancho, longaniza, pollo, papa cocida, milcao (una especie de torta de papa), chapalele (una especie de torta de papa y harina), cholgas (unos mejillones gigantes, aunque bastos), choritos (no os puedo decir porque no me ha tocado ninguno), y almejas (también grandes y poco finas). Ha sido menos tremebundo de lo que me temía cuando he visto llegar el plato, bueno la fuente. A mi lado, 12 tíos intentan vacilar con Nadia, la camarera que me ha atendido, que sólo habla conmigo, primero contestando a mis preguntas sobre todo lo que había en el plato, y luego preguntando ella si estaba "paseando", "y ¿cómo sólo?, ¿ha dejado a la familia en España?.

Tras el curanto, de nuevo a la terminal municipal de buses. Microbús a Chonchi (600 pesos). Iglesia de madera sin datar en la puerta, aunque en restauración. Pintada de azul cielo y amarillo. Abierta. Apenas paseo porque cojo el bús de vuelta a la media hora.

Me bajo a mitad de camino, en una zona en la que en marea baja se forma un gran lodazal que a estas horas (lo ví ayer volviendo del parque) está lleno de limícolas y gaviotas. Efectivamente, son cerca de las 6 y la playa está hasta arriba: además de las 2 especies de gaviotas y los queltehues de siempre, hay patos juarjuales y jergones grandes, cisnes de cuello negro, pilpilenes, zarapitos, pitotoys grandes y miles de zarapitos de pico recto. Cuando ya se me ha dormido casi todo por estar inmóvil encima de unas piedrecitas en el barro, algo asusta a los zarapitos de pico recto y a las gaviotas (el resto ni se inmuta) y, respectivamente, se echan a volar y al agua, momento que aprovecho para subir a la carretera, parar el primer microbús que pasa, llegar al alojamiento, quitarme las botas y bajar a escribir al ciber más próximo.

Los animales de aquí tienen cosas raras: he visto vacas en la playa comiendo algas, chanchos pastando hierba en un jugoso prado, y un joven de gaviota dominicana haciendo 11 picados consecutivos sin éxito para intentar capturar algún pez como si fuera un piquero: ¿será consecuencia de la insularidad?

Seguiremos informando.

domingo, 2 de diciembre de 2007

De repente, entre Chilotes


Castro, Isla Grande de Chiloé, región de los Ríos (una de las nuevas), provincia de Chiloé, Comuna de Castro; las coordenadas, el próximo día, que se me ha olvidado sacar el GPS.

Tal como estaba previsto, agarré el bus en Coyhaique el sábado a las 16:45, rumbo a Puerto Montt. Por delante, 1.300 kilómetros (1.000 de ellos por Argentina), y unas 21 horas de viaje. Lo que no había previsto eran 2 cosas, la primera fueron las 3 ó 4 horas de camino de ripio que nos tocó sufrir nada más entrar en Argentina, hasta llegar a Río Mayo, y la segunda y más tremenda es que, a pesar de ser un servicio regular entre dos ciudades chilenas, y de no parar nada ni, por supuesto, dejar descender a los viajeros, tuvimos que realizar trámites aduaneros 4 veces: léase, rellenar los papelitos de turno, hacer cola, presentar el DNI o el pasaporte (ése, sólo yo; de nuevo era "el único guiri"), pasar las bolsas de mano por el scanner, y hasta jurar al re-entrar a Chile que no llevaba carnes, ni quesos, por aquello de la brucelosis ovina y la peste porcina....¡¡pero si mis bocatas de lomo eran chilenos!! me ví obligado, con gran dolor ciudadano, a cometer perjurio.

El bus era cómodo, con bastante espacio y poca gente, de modo que casi todos íbamos solos en la pareja de asientos, menos la abuela (unos 55), madre (unos 25) e hija (unos 5), que viajaban detrás de mí que, como veis, iban 3 en los dos sitios; una de ellas se dedicó durante el primer rato a tirarme del pelo y cosas por el estilo "Niña, no molestes al caballero".

Una de las cosas más impactantes del viaje fue el celo del "azafato": no contento con repartir un refrigerio, una almohada, una manta, cerrar los respiraderos del techo, subir la calefacción, y poner toda suerte de abominables películas abominablemente mal grabadas en las televisioncillas al efecto, no nos dejó en paz hasta las 2 de la mañana, hora a la que decidió que ya podíamos descansar en paz, bien cociditos en nuestras propias salsas, al menos yo que sudaba a chorros, y no es exageración, es literal. Claro, que puede que ya se me haya roto definitivamente el termostato, porque el personal iba confortablemente envuelto en sus chupas de colores, aunque la manta, lo que se dice la manta, no se la ví utilizar a nadie. Ni siquiera al sujeto que, sentado delante de mí, comenzó a roncar a las 10 de la noche y paró a las 6:30 de la mañana ¡qué tío! ¡qué capacidad!

A pesar de todo, y aunque no me creáis, el viaje no fue especialmente pesado, salvo por lo de las aduanas que, en total, nos supusieron unas 2 horas y media parados. Y además, a mí el asunto me creó una situación un tanto extraña, ya que salí de Chile -como atestigua el correspondiente sello en mi pasaporte- pero no entré en Argentina (bastante menos formalistas), de modo que durante un puñado de horas estuve perdido en el éter burocrático. Afortunadamente, volví a entrar en Chile (aunque con perjurio), y la cosa se resolvió. Durante el camino, reencuentro nostálgico con Bariloche y Villa la Angostura, parece que hace meses que estuvimos aquí.

Én la carretera entre Osorno y Puerto Montt, los prados que bordean la carretera están absolutamente llenos de queltehues (las avefrías llamadas teros en Argentina), tiuques (antes chimangos) y, sobre todo, bandurrias (que no cambian de nombre), de las que ví hasta 40-50 individuos comiendo en un herbazal. Si un chileno quisiera decir que había visto muchas bandurrias, podría decir: "Tremenda cantidad de bandurrias", o bien "Hartas bandurrias", o si quisiera enfatizar más: "Cualquier cantidad de bandurrias". También un enorme martín pescador posado en un cable.

Lo poco que ví de Puerto Montt no me gustó. Encontré alojamiento en un hotel denominado "Patiperros", que algunos ya sabéis lo que significa, en la zona del puerto, cerca de la terminal de buses y de, como pude comprobar en un breve paseo, de algunos locales de mala nota en los que se ofrece comercio carnal en la calle. En fin, un barrio no muy recomendable. Lo que también ví fue un cartel anunciando la actuación de Quilapayún el próximo día 6, trayendo como invitados a Inti-Illimani, para cantar la cantata de Santa María de Iquique, ya que se han cumplido 100 años de aquellos hechos. Total, nuevo cambio de planes, y en lugar de estar varios días en Puerto Montt haciendo excursiones por allí, me he largado y estoy de repente entre Chilotes, para volver a Puerto Montt a tiempo para el concierto.

Así que esta mañana, otra vez al bus para venir a Castro, capital de la Isla Grande de Chiloé, patria chica de mi tocayo Francisco Coloane, Don Pancho, nacido en Quemchi a donde no sé si iré. A pesar de que creía recordar que en el mapa aparecía un puente uniendo la isla al cercano continente y la carretera tenía continuidad, cuando hemos llegado a Pargua (creo que ese era el nombre), el bus se ha metido en un ferry como el que me transportó por el Beagle, y hemos hecho una breve travesía de una media hora. Durante el cruce, además de los habituales cormoranes imperiales y yeco, y de las gaviotas dominicanas y cahuil, la novedad ha consistido en los pelícanos (hartos), las fardelas negras y los yuncos de Magallanes (vistos también en el estrecho de idem). Por supuesto, ha habido delfines y lobos marinos de los que no salpican.

El paisaje en la isla (al menos el poco que he visto de momento) resulta bastante europeo, en el mal sentido: mucha deforestación, restos de incendios, plantaciones de eucaliptus....aunque espero que mañana mejore. Supongo que también ayudaría que saliera un poco el sol, porque desde que dije que había llegado el calor llueve con bastante asiduidad.

Al poco de instalarme, me he enterado de que se celebraba el XV Encuentro Campesino de Dalcahue, pueblo relativamente próximo, así que microbúas para allá, otro microbús para el parque municipal donde se celebraba el evento y a mirar bajo la lluvia. El encuentro es como todas estas cosas, gastronomía, artesanía y música, y alguna cuestión tradicional, como es el "arrastre de casa con bueyes": una casita de madera, no demasiado grande pero llena de gente, colocada sobre dos troncos a modo de trineo, es arrastrada por 8 bueyes jaleados por el personal. A la vuelta, he visto mi primera iglesia de madera de Chiloé, la de Castro. En conjunto son patrimonio de la humanidad, y si por fuera, al menos ésta, es fea, de chapa pintada, por dentro es una pasada, toda de madera, columnas, paredes, techos,... muy bonita.

En fin, mañana iré al parque nacional Chiloé y espero contar temas más naturales.

Seguiremos informando.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Por los canales de Aysén


Permitidme, por favor, algunas cuestiones previas:

1ª) Hay veces que no sé quién hace los comentarios, lo que me da bastante rabia-pena (por ejemplo, ¿quién escribe sobre las cuestiones ortográficas contestando a Ana?): por favor, a no ser que realmente queráis que el comentario sea anónimo, firmad. Gracias.

2ª) Gonzalo: gracias por todas tus sugerencias de lugares a visitar. Intentaré encajarlas en mi cada vez más desorganizado viaje.

3ª) Nines: ¿qué significa la última palabra (o son siglas?) de tu comentario cumpleañero? Si es que se puede decir, claro.

4ª) Querido sobrino Carlos: para que la escena del coche te parezca más "berlanguiana", debes saber que el vehículo era lo que aquí llaman camioneta, y allí "pick-up"; una Chevrolet de 4 puertas y con una caja abierta detrás, en la que se iban depositando los respectivos equipajes, y recogiendo después bajo varios dedos de polvo.

5ª) Gracias a todos, los que hacéis comentarios y los que no. De verdad que sois una gran y hermosa compañía.

6ª) Cuando hice la reserva de la cama en el HI Hostel de Ushuaia, miré (por mirar, sin esperanzas) los posibles viajes a la Antártida en esa época, y mira por donde, había un barco, el "Explorer", que zarpaba de Ushuaia uno de los días que yo iba a estar allí. Nunca iba a estar tan cerca, ni en el espacio ni en el tiempo; eso sí, el pasaje más barato (en litera), costaba unos 3.000 euros, lo que fue suficiente para desechar cualquier tentación.

Estando allí, ví el barco, lo tuve encuadrado y enfocado con la cámara (no recuerdo si finalmente hice la foto o no me gustó), y un día ya no estaba en su amarre habitual. Con los compañeros del hostel comentamos que ya se había ido a la Antártida, hablamos de precios, de sueños, etc.

Pues bien, hoy, mientras a causa de la lluvia comía un bocadillo de lomo (¡variación!) en la habitación del "Residencial Mónica", donde tengo baño privado (¡variación!), estaba viendo las noticias en la tele y han puesto las imágenes grabadas por una pasajera del ¡¡hundimiento del "Explorer"!! ayer en aguas antárticas chilenas tras chocar contra un iceberg, a lo "Titanic" pero sin víctimas. La sensación ha sido tremenda, aunque difícil de explicar. Por lo que dice Ana, veo que el suceso ha sido noticia también en España.

7ª) Después del rollo inicial de la última entrada del blog sobre las regiones de Chile, leí un comunicado de la intendenta general de Aysén, Viviana Betancourt, de fecha de abril (aunque aquí nadie parece haberse enterado), en el que se comunica que con motivo de la creación de dos nuevas regiones -Arica Parinacota (entre las antiguas I y II) y Los Ríos (entre las antiguas X y XI)- se dejan de designar con número y sólo se utilizará el nombre

Y ahora los últimos comentarios del viaje.

El viaje en bus desde Coyhaique y Puerto Aysén se demora una hora. Pues bien, durante 50 minutos fuimos oyendo la misma canción una y otra vez, grabada no sé cómo por el conductor. A pesar del ruido del motor, al final conseguí aprenderme casi todo el fantástico estribillo:

Dios, por favor, yo te lo ruego,
echa mi amor todo al fuego,
saca este amor de mi pecho,
que no puedo más.
Este amor es un peligro,
es donde está mi castigo,
échale dios .....
trala la, la, lá.

Seguramente el chofer (acentuado en la e) está enamorado. Y seguramente eso justificaría las infracciones que, en España, le habrían dejado los puntos del carnet temblando: llevó el cinturón de seguridad puesto únicamente unos diez minutos, hizo una llamada con el celular (móvil), y envió un par de mensajes, cortó elegantemente todas las curvas a izquierdas, con o sin visibilidad, etc., y todo ello en una carreterilla local asfaltada pero sin berma (arcén), y, eso sí con un tráfico escaso. Lo más notable del viaje, además de la emoción (iba en la primera fila), el paso por la Reserva Nacional del río Simpson -a cuyo lado discurre casi toda la carretera- y el avistamiento de una docena de jotes de cabeza negra (una especie de buitres de tamaño mediano).

Llegado a Puerto Aysén, debía encontrar el barquito (lancha lo llaman) en el que supuestamente me iba a embarcar. Afortunadamente, tuve una de las ocurrencias más brillantes del viaje y fui a la oficina de la CONAF (Corporación Nacional Forestal), propietaria de la lancha, con cuyo jefe provincial había estado en contacto. La llegada no pudo ser más desconcertante: el tal jefe no estaba y nadie sabía nada de mí: eso sí, la lancha tenía previsto el zarpe a las 15 horas.

Tras una llamada telefónica de la eficiente secretaria del jefe, todo se aclaró, y previa fotocopia de pasaporte y esas cosas, fui incluido en la lista de pasaje. Uno de los trabajadores de la oficina iba a ir a llevar al cocinero y los víveres, y en un rato me llevaría a mí también al puerto del río Los Palos donde estaba atracada la embarcación.

El rato fueron 3 horas durante las cuales me leí todo lo que había en todos los tablones de la oficina, incluido el comunicado de Viviana Betancourt. Me enteré, por ejemplo, de los premios concedidos a Eduvina Troncoso y Brunilda Coliboro, de las ayudas recibidas por las asociaciones "Tierra Linda", "Las Semillitas", "El Enjambre", "Ilusiones", "Las Tortolitas", "Los Ciruelillos" o "Trineo en Flor", de la recaudación efectuada para ayudar a un compañero en apuros, etc., etc. A la una de la tarde, previo paso por la verdulería a recoger un saco de papas y unas cuantas cajas con fruta y verdura, me depositaron en el embarcadero y se fueron de nuevo a por más cosas. Paseos solitarios bajo la lluvia, subida y bajada de la lancha,...Finalmente, a las 15:45 zarpamos.

La embarcación: la "Petrel IV", lancha de madera, de 17 metros de eslora y 4,60 de manga, equipado con un motor diesel, ruidoso y humeante pero eficaz. Con capacidad para 11 pasajeros.

La tripulación: el capitán "Cheo", un motorista (de motor, no de moto), un marinero y el cocinero, José Guechia Nauto.

El motivo del viaje: llevar a un equipo de dos guardaparques y un contratado temporal para relevar al equipo similar destacado en la laguna de San Rafael desde hace veinte días.

La distancia: 254 millas naúticas, más o menos, ida y vuelta, recorriendo el primer tramo por el río, saliendo a continuación al fiordo Aysén, y virando ya al sur para navegar por el canal Costa y el estuario Elefante hasta entrar en la laguna San Rafael.

El pasaje: los dos guardaparques (Carlos y Pedro), el contratado temporal (Johnatan), y yo. A última hora fallaron dos señoras que habían recibido no sé qué premio (¿serían Eduvina y Brunilda?) y 5 chicos de Caleta Valdés que iban a viajar por un convenio entre la CONAF y educación, así que tuvimos un camarotito por barba y sólo compartimos el baño entre cuatro.

Salimos de puerto lloviendo y, nada más entrar al fiordo el mar se puso bastante agitado (lo que, mirando el mapa, parece imposible por lo resguardado y alejado del Pacífico que parece que está), tanto que, cuando después de cenar empezamos a jugar una partida de carioca (versión aparentemente inocente del continental, ya os enseñaré a los viciosos), uno de los guardaparques nos abandonó presa de tremendo mareo. He de decir aquí que dejé el pabellón patrio bien alto en lo que a cuestiones de recia marinería se refiere, aunque la paliza que me dieron al carioca fue tremebunda.

Según se va acercando la noche, el mar se calma y empieza a despejarse. Me voy a la proa, bien abrigado, a disfrutar del largo y hermoso crepúsculo, y empiezo a ver salir las primeras estrellas, al principio sólo en un hueco de cielo sin nubes entre el cielo del sur -tenebroso y amenazante- y el que tenemos encima, aún cubierto. Poco a poco, el hueco va creciendo, y en poco rato las estrellas son millones. Entre las primeras en verse, la Cruz del Sur, preciosa constelación que me hace mucha ilusión reconocer. Cuando ya está demasiado oscuro, me voy al camarotito, y me meto en la camita casi tan abrigado como estaba en cubierta: la camita está justo debajo del nivel del agua, así que la temperatura es, digamos, gélida, a pesar de las 4 mantas.

Alrededor de la una, el capitán detiene el barco al resguardo de la isla Oma, y antes de las 7 se ponen en marcha los motores de nuevo. Salto de la cama para no perderme nada y, efectivamente, al poco de salir a cubierta, aparecen 6 lobos marinos, algunos pingüinos de Magallanes (los que veíamos a miles en la lejana Península Valdés), cormoranes imperiales y yecos, y otra especie nueva de cormorán, el lile, un ave gris y blanca con patas roja. Durante la tranquila navegación por el estuario Elefante, aparecerán los petreles gigantes, las gaviotas dominicanas, austral y cahuil y, llegando al paso Quesahuen -un tremendo estrechamiento en el que hay un farito automático- 5 jotes de cabeza roja.

En este paso Quesahuen, como en la Punta Leopardo, a escasa distancia y de similares características, se producen unas corrientes enormes: el mar presenta unas zonas absolutamente lisas, bordeadas por franjas en las que el agua parece estar hirviendo y, detrás, auténticos ríos de aguas bravas en medio del mar. Antes del paso, me subo al techo de la lancha, en el que hay unos bancos, y me siento al sol buscando algo de alivio para mis viejos y doloridos huesos. Miro hacia el oeste donde, detrás de unas cuantas islas, está la inmensidad oceánica. Al poco sube Johnatan quien, de repente, me avisa "Delfines". Nos ponemos en pie, servidor cámara y prismáticos en ristre, como siempre y, cuando estamos viendo a tres pequeños delfines australes pescando en las aguas agitadas de la corriente (como un montón de gaviotas y cormoranes de varias especies), ésta agarra a la lancha y la hace virar violentamente 45º con la consiguiente escora; a punto de irnos al agua, nos agachamos en el suelo para buscar algo más de estabilidad hasta que la lancha se recupera. Al poco, aparece la cabeza del motorista para comprobar si seguimos allí.

Sin más sustos llegamos a la laguna San Rafael: el estuario Elefante termina en un estrecho río que se abre en la laguna, en cuya parte oriental desemboca el ventisquero San Rafael. Ya desde antes de entrar al río se empiezan a ver témpanos flotando, situación que, lógicamente, se acentúa al aproximarnos al ventisquero (el porqué a unos los llaman ventisqueros y a otros glaciares es algo desconocido para mí). De las formas y tonos de azul más asombrosos que podáis imaginar, son realmente bonitos.

Tras atracar algo lejos del embarcadero por aquello de la marea baja, procedemos a la descarga de las provisiones para el equipo entrante y su traslado a tierra en la barca que tienen aquí, y a cargar las cosas de los que vuelven, Lucho, Sergio y Siro, incluidos unos troncos del codiciado ciprés llevados por el agua y recogidos para hacer algunas chapuzas en casa, y un contenedor lleno de hielo de los témpanos para tomarse unas copas con los amigos, como me recomienda Nines que haga: lo siento Nines, no lo hice. Me dejan dar un paseo de una horita por tierra firme, insuficiente para acercarse al ventisquero, hacen el relevo, se explican las cosas, un gusto, buen viaje, adiós, adiós, y antes de darnos cuenta estamos dejando atrás este lugar de ensueño.

El parque nacional Laguna de San Rafael, con sus 1.742.000 hectáreas, es el segundo más grande de Chile y, en 1979 fue declarado por la UNESCO Reserva Mundial de la Biosfera. Incluye completo el Campo de Hielo Norte, de 440.000 hectáreas, mucho menor que el Sur, y tiene algunas de las mayores alturas de los Andes australes, destacando el monte San Valentín, de 4.058 metros de altura. Por cierto, dos días antes de llegar nosotros, habían llegado en avión (hay un pequeño aeródromo allí mismo) dos españoles que tienen previsto recorrer todo el Campo de Hielo y salir a Tortel, que ya conocéis, que está justo al sur del parque.

En nuestro recorrido por fiordo, canal y estuario, hemos pasado por multitud de islas, islotes y penínsulas y todas, sin excepción, están cubiertas de un espeso bosque que llega hasta la misma orilla del mar. Las especies más abundantes incluyen a 3 coigües (hasta ahora yo creía que había una sola especie), ciprés de las Guaitecas, canelo, y algunos árboles de nombre tan hermoso como tepú, luma, fuenque o tiaca, que habrá que mirar en el google a ver quienes son.

En el viaje de vuelta, veo albatros de ceja negra y más de todo lo que vimos a la ida, excepto delfines. Eso sí, ninguno de los lobos marinos son de los que se acercan a salpicar; lo digo por Mauro. Hacemos una parada a abastecer a un viejecillo que vive solitario al lado del paso Quesahuen y que por la mañana no había dado señales de vida: le dan carne, el saco de papas y algunas verduras, y embarcan otros 4 troncos y 1 salmón.

Paramos a dormir al abrigo de Punta Lynch y, ya de mañana, vemos la mole nevada del volcán Maca, y los destrozos causados por el terremoto del pasado mes de abril: tras montones de temblores pequeños desde enero, se produjo el grande el día 21; originó el desplome de trozos enteros de laderas, que parecen auténticas cicatrices, y generó una ola enorme que barrió la zona y causó 10 muertos cuyos cuerpos aún no han sido encontrados. La causa, reajustes entre las placas tectónicas Antártica, Sudamericana y de Nazca, que se juntan aquí. La zona del fiordo de Aysén, que alberga montones de salmoneras en las que se crían salmones coho y truchas arco iris, quedó arrasada, aunque las salmoneras ya están funcionando de nuevo.

Tras 48 horas de navegación, y una parada para que capitán y cocinero echen una red desde la zodiac auxiliar para intentar sin éxito pescar algo, atracamos de nuevo en el embarcadero y, como uno de los guardaparques relevado vive en Coyhaique, me traen hasta aquí, previo pago de los 100.000 pesos (100 lucas 139 euros) que me han cobrado por el viaje. Para celebrar mi cumpleaños, encuentro un hospedaje en condiciones (el primero que busqué al llegar por primera vez aquí el día 22).

Hoy, día de casi descanso dado que no para de llover, tras acercarme dando un paseo a ver el río Simpson, he comprado un billete de bus para ir a Puerto Montt (sólo tarda 21 horas, circulando básicamente por Argentina), desde donde al parecer ya todas las carreteras están asfaltadas, y desde donde iré a la isla grande de Chiloé y haré excursiones por los alrededores.

Desde alguno de esos lugares, seguiremos informando.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Cuando la carretera austral se acaba


Tortel, XI Región, Aysén del General Ibáñez del Campo, Provincia Capitán Pratt, Comuna Tortel; 47º 48' S; 73º 32' W

Chile se divide de norte a sur en 12 regiones, numeradas con números romanos y provistas además de nombre. La región I, Taracapa, es la más septentrional y hace frontera con Perú y Bolivia. La más meridional es la XII, Magallanes y Antártica chilena. Además, está la XIII, que es la región metropolitana de Santiago, pero eso es otra cosa.

Hace unos días que dejé atrás (abajo) la XII Región. Antes, desde Punta Arenas cogí un bus a Puerto Natales. Allí, además de hablar con Germán Doggenweiler, estuve en su hermosa bahía viendo cisnes de cuello negro, coscorobas, cormoranes imperiales y yeco, playeros (como nuestros correlimos), etc., con un impresionante fondo de montañas, y a unos 130 kilómetros del lugar más hermoso del mundo. Por la carretera (3 horas de viaje en cada sentido), enormes estancias, mucha estepa patagónica, ñandúes de nuevo (no los veía desde el 30 de octubre, precisamente en el viaje entre Torres del Paine y El Calafate), bosquetes de lengas y ñirres (en Chile doblan la r), los famosos árboles bandera, que adoptan esa forma por el viento casi constante siempre soplando de la misma dirección,....

El viaje en el avión entre Punta Arenas y Balmaceda fue espectacular, y eso que cuando yo iba disfrutando de la vista por la ventanilla del lado izquierdo del avión que me había tocado (3 filas de asientos a cada lado del pasillo), y el piloto dijo: "A su derecha pueden ver el Parque Nacional de las Torres del Paine", me entró un ataque de rabia que para qué. Los cinco pasajeros que se interponían entre la ventanilla opuesta y yo fueron demasiado, y lo más que conseguí fue una mirada fugacísima a las Torres, pero no conseguí ver los Cuernos. Supongo que una circunstancia así, con un día despejado como el que había, se da pocas veces, así que habrá que resignarse.

En cualquier caso, el cabreo se me pasó rápidamente ya que a los pocos minutos empezamos a sobrevolar el inmenso Campo de Hielo Sur. No sé desde el lado derecho, pero desde el mío pude ver tremendos glaciares (muy chileno lo de "tremendo/a/os/as" lo que sea) y gigantescas extensiones de hielo, montañas y lagos, ríos y valles. ¿Tendrán nombre todos esos glaciares? ¿Estarán todos contados y catalogados? Lo que sí se puede afirmar sin más que ver lo que yo ví, es que la gran mayoría de ellos están retrocediendo: entre el final de la lengua de hielo y el lago en el que desembocan hay una zona, de extensión variable pero grande, llena de los depósitos arrastrados por el hielo.

El avión hacía el trayecto Punta Arenas-Balmaceda-Puerto Montt-Santiago, y en el aeropuerto de Balmaceda nos bajamos 4 gatos, 9 para ser exactos, que fuimos los que llenamos el tránsfer (furgonetilla) que nos llevó a Coyhaique, a 58 kilómetros, ya que en realidad Balmaceda no es más que el aeropuerto. Llegando a Coyhaique, capital de la región de Aysén, el conductor nos preguntó dónde íbamos. Haciendo uso por primera vez en el viaje de las sugerencias de una guía de Chile que llevaba apuntadas, dije con seguridad "Residencia Mónica", qué casualidad, igual que otro de los pasajeros. Nos bajamos los dos, entramos y dijo medio desolado el que salió a recibirnos "Oh, ...sólo tengo habitación para uno". Quien haya apostado a que el otro había llamado desde el aeropuerto para reservar, gana.

A partir de ahí empezó una hora de caminata con la mochila grande (que, por algún milagro de los viajes, en el aeropuerto de Punta Arenas había subido de peso hasta los actuales 18,4 kilos), la mochila pequeña (que supongo que se mantenía en sus cerca de 8 kilos), y la chupa y el polar en la mano, ya que hacía un calor de justicia. Finalmente, encontré una habitación en 'Hospedaje Verónica', bastante tremenda y con baño compartido pero en la que pude por fin deshacerme de la mochila. Casi lo primero que hice a continuación fue ir a correos, comprar una caja y preparar un paquete para enviar a casa aligerando lastre (3,5 kilos, en total).

Yo creía que el título de "Alojamiento más cutre", aún en juego, iba a ser ganado sin dificultad por "Dinka's House", pero en las últimas 3 noches ha sido batido ampliamente en Coyhaique, Cochrane y Río Tranquilo, y todos ellos han sido batidos de nuevo por el que me espera esta noche, de nuevo en Coyhaique. Los últimos sitios visitados han hecho que recuerde la casa de Dinka con auténtica añoranza.

Hablando de Dinka, me estuvo contando que su hijo mayor, 1 año más joven que yo, había muerto hacía 6 meses a consecuencia de una hidatidosis fulminante. Recordaréis que había comentado la cantidad de perros que había en El Calafate; pues bien, en Chile ocurre igual en todas partes; incluso en Punta Arenas, ciudad grande, hay montones de perros "mendigando" en las puertas de los supermercados, corriendo detrás de los coches en pleno centro o tumbados a los pies de la estatua de Magallanes en la plaza de armas, algo al parecer muy buscado por los turistas. Las campañas casi continuas contra la hidatidosis no tienen, evidentemente, éxito, ni lo tendrán si sigue la misma situación.

Y hablando de situación, la mía en Coyhaique era un poco rara: había venido el día 22 porque el 24 iba a zarpar la Petrel desde Puerto Aysén; resultó que el zarpe se había retrasado hasta el 26, pero los pocos buses que iban hacia donde yo quería (1 cada dos días), hacían casi imposible que me desplazara hacia el sur. Total que, nuevo cambio de planes, alquilé un coche para dos días para ir a Tortel, casi al final de la carretera austral, gastándome lo que no empleo en dormir ni comer.

La famosa carretera austral es ya de tierra a unos 80 kilómetros de aquí (y lo mismo hacia el norte), con lo que me esperaban más de 600 kilómetros de ripio, en dirección sur-sureste. Desde Tortel, o Caleta Tortel, hay otros 100 kilómetros hasta Villa O'Higgins, en la cordillera, donde realmente acaba la pista. Al poco de salir de Coyhaique el paisaje es casi suizo, pero en pobre: grandes prados, no demasiadas vacas, vallas de madera y alambre, casas de madera pintada y estado variable, todo verde, mucho sol, montañas con poca nieve rodeando todo,.... Después comienza una zona en la que se adivina rápidamente su origen volcánico: colores canarios, domos rocosos, coladas de lava, laderas estériles llenas de cenizas,.... Más tarde, pasando por el que denominan "El Bosque Muerto" en la zona del río Ibáñez (¿será un homenaje al ínclito Ibáñez de Mortadelo y Filemón? yo así me lo he tomado), hay un panel en el que explican que el susodicho bosque se quedó en el estado que vemos a consecuencia de las erupciones del volcán Hudson entre 1971 y 1991.

Dadas las dificultades de transporte, tener un coche aquí te convierte en capitán general. Así, a los primeros que recogí fue a Olivier y Pascal, una pareja de franceses que pretenden recorrer Chile y Argentina sin gastarse casi un peso: van en autostop, regatean los precios de los alojamientos,... y no es que sean jóvenes sin un duro. El tipo es director de un centro de vacaciones en una isla de cerca de Normandía, y estaban de viaje de novios atrasado (se casaron hace 6 meses). Los llevé durante 7 horas ("eres nuestro dios", decían), hasta Cochrane donde paramos a dormir, y ni colaboraron con la gasolina, ni se pagaron una cerveza. Al llegar al alojamiento preguntaron por la cena y, después de estar un rato mirando la carta, me dijeron por lo bajini: "En realidad, queríamos invitarte a cenar en otro restaurante". Minutos después, ante mi estupor, pidieron un termo de agua caliente para hacerse una sopa en la habitación, y yo cené felizmente solo una ensalada de palta (aguacate) y unos locos (moluscos enormes de carne recia) y hablando con Esmeralda, la patrona. Cuando me largué del hospedaje a las 7 y media de la mañana, aún debían roncar.

Al rato recogí a mis siguientes pasajeros: Tino Íñiguez y un compañero. Ambos, trabajadores en la obra de construcción del nuevo puente de Los Mellizos, habían perdido el microbus de la empresa y se enfrentaban a un casi seguro despido (llevaban 4 días trabajando en esa obra), así que se alegraron mucho cuando pasó un coche temprano rumbo a Tortel, y más aún cuando paró. Tino, "tortelino puro", me contó cómo antes de llegar la carretera a su pueblo, hace unos 7 años, se demoraban más de una semana en llegar a Cochrane: había que salir en alguna embarcación, remar río Baker arriba, continuar remontando por el Vargas y finalmente a caballo. Ahora sólo hay 131 kilómetros de camino y están contentos.

Los dejé en el puente sobre las 8 y cuarto, así que no debió haber ni bronca, y seguí mi camino hasta Tortel. En los primeros 10 kilómetros, 6 liebres atropelladas y 5 vivas...¿pero cuántas liebres hay aquí? ¡si pasa un coche cada 2-3 horas! También veo en las pequeñas lagunas que jalonan el camino -las grandes están más lejos- algunos patos: anteojillo, juarjual, jergón grande. Y por delante del coche se cruzan muchos pajaritos inidentificables para mí sin parar, cosa que ya hago demasiadas veces.

Al llegar al pueblo, se deja el coche en un aparcamiento que está en alto, ya que Tortel, localidad bastante enana (400 habitantes), tiene la particularidad de que no tiene calles: las casas están en una ladera sobre el mar, unidas por pasarelas de madera metidas en el agua. Según me estaba bajando del coche, se me acercó un hombre a preguntarme si le podía llevar a Cochrane, junto con un quintal de harina y un cubo de manteca. Le dije que sí, claro, pero dentro de un par de horas, cuando hubiera dado un paseo por allí y hubiera hecho las fotos necesarias. Se quedó muy satisfecho y se ofreció a enseñarme el pueblo.

Se llama Olegario Hernández -todo el mundo le llama Hernández, por lo que veo- y, entre el rato que paseamos y el viaje en coche, me cuenta un montón de cosas: que tiene 65 años y 7 hijos de varias mujeres (supongo que consecutivas y no simultáneas), que trabaja en la madera y en un campo donde cultiva papas, cebollas, ajos, etc., cómo llegó a Tortel en 1982 bajando con toda la familia y sus pocos bienes en una balsa "síiipo, en una balsa", lo tremenda que había sido la dictadura de Pinochet, cómo le había interrogado la policía al llegar allí, lo buena que es la presidenta Bachelet, cómo las represas (presas) que va a hacer ENDESA en los ríos Baker (el mayor de Chile), Vargas, Pascua y Quetru van a destrozar la Patagonia chilena, cómo están dispuestos a todo "síiiipo, a todo"..... Por las carreteras se ven montones de carteles alusivos, de oposición a las citadas represas, y hoy, volviendo a Coyhaique, paso a una de las columnas de caballistas que se van a juntar aquí el próximo martes para manifestarse contra la domesticación de estos ríos.

Después de un paseo bajo la lluvia juntos por Tortel, Olegario me deja un rato a mi aire mientras él va a buscar su harina y su manteca. Es un sitio francamente curioso, con las casas bastante desperdigadas y algún kilómetro de pasarelas de madera ¿de coigüe? " nopo, de ciprés, dura toda la vida". Se vé bastante pobre y, según mi guía particular, casi todo el mundo vive de los campos, nadie se dedica a la pesca. Después de reunirnos con su sobrina Macarena ("trabajo recogiendo la basura, para que Tortel se vea bonito") y un joven fornido que ha fichado Olegario para subir el saco de harina los casi 200 escalones que nos separan del coche, nos damos una vuelta en bote por la bahía, la caleta Tortel, durante el que el tío da trabajo a la sobrina tirando al agua los papeles de un caramelo. Mientras subimos los puñeteros escalones, únicamente no para a descansar Macarena, que lleva el pesadísimo macuto su tío. "Cómo se nota la edad, eh Don Olegario?" "Síiipo, ¿no es cierto?". Macarena ha vivido aquí toda su vida y sueña con irse a un sitio más grande, "... a Chiloé, pero hace falta mucha plata"

De vuelta a Cochrane con Olegario vuelvo a parar a recoger a un chaval con mochila: viene de trabajar 15 días cortando madera cerca de Puerto Yungai para construir un puente; llevaba hora y media andando y sólo había pasado un coche con un tipo, que no había parado. Don Olegario sentencia de nuevo "Los chilenos son mala gente; los españoles son buena gente". Hombre, Don Olegario, habrá de todo en los dos sitios, digo yo. Pasamos por el puente Los Mellizos, saludamos a Tino, los reparto en sus destinos en Cochrane y, pasadas las 4, me siento en un banco de un parque, cerca de la sombra protectora del sempiterno busto del libertador O'Higgins, a comerme mi sempiterno bocadillo de salame con pan del día antes.

Como tengo que devolver el coche el domingo a las 11:45 de la mañana, y me quedan 6 horas de viaje, entre las varias opciones posibles elijo avanzar algo e intentar parar en otro pueblecito que hay de camino -Puerto Río Tranquilo- a ver si encuentro algo. El paisaje por aquí es tremendo y, si esto fuera Argentina, estaría desarrollado turísticamente con seguridad: lagos enormes (entre otros, el General Carrera, Buenos Aires en la parte argentina), montañas, bosques de arrayanes en serio, no como los que venden al otro lado de la frontera... Sin embargo, esto es Chile y, como me dirá más tarde un joven promotor, aquí el turismo no se considera una industria sino un divertimento para el que lo practica.

Finalmente se cumplen los planes y paro a dormir en Puerto Río Tranquilo....¡¡y tan tranquilo!! de nuevo soy el único huésped del hostal cuyo nombre ya he olvidado. Cuando después de depositar la mochila y dar un paseo por el pueblo fantasma, bajo a ver si el señor que atiende el hostal (que también vive solo) me puede dar una cerveza, me pasa a su cocina "Aquí estará más calentito" y, con el canal 13 de la televisión chilena a todo trapo como fondo, repito la conversación-encuesta de la mañana con Olegario -represas, Pinochet, Bachelet,...- sólo para comprobar que en Chile pasa como en España: hay dos países. Las opiniones, todas, absolutamente contrarias a las de Olegario, y el olvido de que tanto Allende como Bachelet llegaron a la presidencia tras elecciones democráticas, total. Todo lo cifra en el orden, y Pinocho, como el mismo dice, fue el salvador.

Cuando esta mañana, mientras desayuno a las 7, vuelve a la carga, me apresuro a tomarme el té, aún a riesgo de sufrir graves quemaduras en boca y tráquea y salgo pitando. A unos 40 kilómetros de mi destino, recojo a mi última pasajera, la chica menos interactiva que he conocido. Al tercer comentario contestado con un sonido gutural, dejo de intentarlo y viajamos en silencio. Y llego a Coyhaique-otra-ciudad-fantasma-en-domingo: ¿porqué están abiertas las 3 farmacias gigantes que ocupan 3 de las 4 esquinas de una de las entradas a la plaza de armas, y cerrados todos los restaurantes menos 1 del que todo el mundo habla mal? Afortunadamente, el hipermercado M.A.S. sí está abierto, y de nuevo me veo condenado a comerme un bocata de salame en un banco de la calle (que no ha sido fácil de encontrar), aunque me he dado el lujo de tomarme una lata de cerveza Austral. No sé si ya iré teniendo aspecto de vagabundo o, como decía Dinka (que finalmente era 20 años mayor que yo, y ya tiene hasta bizniestos), "qué distinguido, Paco, habrá que verle con traje, y que guapa debe ser su mujer".

Próxima etapa: mañana agarro un bus a Puerto Aysén, cerca de donde (¿dónde exactamente?) he de encontrar la lancha Petrel, que sale por la tarde (¿a qué hora?) para un viaje de 3 días al Parque Nacional de la laguna de San Rafael, de nuevo glaciares y témpanos. Supongo que en esos días no podré comunicarme con el mundo exterior.

Hace calor, aquí el verano se acerca, y cuanto más al norte más. Peor para mi mochila.

Noticia de última hora: tras tres intentos por acceder al cuarto de baño de mi nuevo alojamiento ("Lo de Rocco") y encontrarlo ocupado, he recogido mis bártulos y me he largado al conocido "Hospedaje Verónica", donde estuve hace tres noches. Cuando he vuelto a ver por la ventana el taller de hojalata vecino, y en el cuarto de baño sus paredes de fibrocemento y su suelo de 'sintasol', incluido el plato de la ducha que no es sino una depresión en la habitación, me he sentido como en casa.

Seguiremos informando.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

En la capital del país del viento


Punta Arenas, XII Región, Magallanes y Antártica chilena, Provincia Magallanes, Comuna Punta Arenas; 53° 09' S, 70° 53' W

A pesar de la gran suerte que estoy teniendo aquí con el tiempo (apenas hace aire, sólo un poquito de lluvia por la noche), entiendo perfectamente a Antonella (¿os acordáis de ella?) cuando decía, allá por el 29 de octubre en las Torres del Paine, que los 4 días que pasaba aquí después de 12 de servicio eran un aburrimiento.

La ciudad, también fundada como presidio, como Ushuaia, es .... digamos, desangelada. Tiene un centro muy pequeño en el que se agrupan los edificios que perduran de los primeros tiempos (o de los segundos, o terceros: la ciudad fue arrasada al menos 2 veces por los presidiarios amotinados), y luego se extiende a base de casas bajas, muchas de ellas de chapa pintada de colores. No tiene mucho encanto, la verdad sea dicha. Otra reflexión de solitario es que, al menos en mi caso, es mucho más fácil sentirme solo en una ciudad que en el más oscuro bosque magallánico, sin seres humanos en varios kilómetros a la redonda y sin oir más que el ruido del viento, los crujidos de las ramas y algún pájaro lejano. Las ciudades valen por los amigos y la familia; sin esa pequeña comunidad de afectos son un desierto.

Punta Arenas tiene fama entre los chilenos del sur de ser el lugar más ventoso del mundo. Sin embargo, en estos días sólo ha habido ocasionales y breves periodos ventosos durante los que, eso sí, hay que agarrarse a las farolas para no ser arrastrado. Hay señores que por las mañanas barren la arena arrastrada por el viento hasta las entradas de las tiendas.

Como comentaba en la anterior entrada, me alojo en Dinka's House, hostalillo del que nunca se me ocurrió traducir el nombre: efectivamente, la casa de Dinka, la auténtica Dinka, matrona croata algo mayor que nosotros, de cuerpo casi esférico, maquillada adecuadamente, y que bien podía haber interpretado a la estanquera de Amarcord si Fellini y no la emigración se hubieran cruzado en su camino. Del hostal, fabricado en chapa pintada de rojo pasión, lleno de enanos, gansos y similares, y ubicado en el barrio croata, no diré más, aunque cada vez que estoy en él me acuerdo de Ana. Está a 14 cuadras de la plaza de armas, que es como se llaman aquí las plazas principales de todas las ciudades.

Y ya que cito las cuadras, hablaremos de ellas. Son algo más que nuestras manzanas, son, podríamos decir, las manzanas del urbanista cartesiano: cuadrados de 100 x 100 metros, en las que la numeración también va de 100 en 100. Del 1 al 100 la primera cuadra de una calle; del 101 al 200 la segunda, del 201 al 300 la tercera, y así sucesivamente; da igual que no haya casas suficientes: se cambia de cuadra, se cambia de centena, de forma que siempre sabes en qué cuadra está el número que buscas. Además, la numeración de las calles paralelas es coincidente: la misma cuadra de varias calles paralelas, comprendida entre dos perpendiculares es la, por ejemplo, del 501 al 600. Fácil y razonable.

Tanto las calles chilenas como las argentinas tienen una irrefrenable tendencia (bueno, ellas no, los munícipes supongo) a llevar nombres de expresidentes, exgenerales, exgobernadores, exlibertadores, ... todas iguales en todas partes. Pues bien, hoy, por primera vez, he visto una calle Salvador Allende Gossens. Ha sido en el barrio 18 de septiembre, al oeste de la ciudad, zona en la que en los años 50 se ofreció terreno a trabajadores chilotes para que vinieran a realizar tareas relacioandas con el ganado.

Esta mañana he estado en el museo salesiano, que tiene fama de ser de lo mejorcito en lo que se refiere a las primitivas etnias de esta zona. Tiene una parte de historia natural rancia (léase animales disecados), que es francamente espectacular. Lo más interesante es la parte dedicada a los Selk'nam (u Onas), Yaganes (o Yámanas), Kaweskar (o Alacalufes) y Haush. Interesante por las fotos y los objetos, pero tremenda en los comentarios. Las misiones salesianas (Alberto de Agostini, Fagnano, etc.) empezaron a llegar aquí en las últimas décadas del siglo XIX, algo más tarde que la misión anglicana que se instalaría en Ushuaia incluso antes que el presidio (Thomas Bridges), y tanto unos como otros tenían la alta misión de enseñar la verdad a aquellos salvajes y, de paso, vestirlos, sedentarizarlos, enseñarlos un oficio honrado y, como consecuencia ¡que pena! alcoholizarlos, aculturizarlos, diezmarlos con enfermedades desconocidas y, finalmente, exterminarlos por completo.

Claro que ellos, al menos, tenían buenas intenciones. Porque luego estaban los demás, tipos como Julio Popper, ingeniero rumano que, en la época del esplendor de la fiebre del oro en Tierra del Fuego, era conocido como el Rey del Páramo, acuñaba moneda, emitía sellos, tenía ejército propio..... y pagaba a buen precio el par de orejas de indio. Así llegó la cultura y la civilización a estas tierras pobladas por salvajes desnudos, que no habían avanzado tecnológicamente porque habían alcanzado la perfecta adaptación a su medio ambiente varios miles de años atrás.

Hace un rato he pasado por delante del teatro municipal, construido a finales del XIX, en el que en septiembre de 1916, Frank Hurley, fotógrafo de la expedición del Endurance mandada por Sir Ernst Shackleton (acudid prestos a las librerías quienes no conozcáis esa aventura, y comprad"Atrapados en el hielo", con las impresionantes fotos de Hurley) hizo el primer pase mundial de las diapositivas de su odisea. Y lo hizo aquí porque fue un escampavía (rompehielos) chileno, el que en agosto de 1916 llevó a Shackleton de vuelta a la isla Elefantina a recoger a su tripulación. De ese escampavía, el Yelcho, se conserva por cierto la proa en Puerto Williams, detalle que en su momento olvidé.

Para los colegas kayakistas: no penséis que no estoy remando por estas remotas regiones por miedo al viento o cuestiones similares. Lo he intentado dos veces. La primera, en Tierra del Fuego, entre la bahía Lapataia en el Parque Nacional Tierra del Fuego y Ushuaia; como el tiempo era malo y soplaba del sur, yo era el único cliente que navegaría con el guía en su kayak doble. Consecuencia: 8 horas de remo se ponían en 175 euros. Segundo intento: ayer en Puerto Natales conocí a Germán Doggenweiler, chico de unos treinta y pocos que en 2005 remó en solitario desde allá hasta la isla en la que se encuentra el Cabo de Hornos. Tardó 78 días (de los cuales estuvo varios parado por el viento), y acabó con una multa de la armada chilena (no tenía permiso para hacerlo) y 20 días de retención en Cabo de Hornos, hasta que lo sacó de allí el barco que va a aprovisionar a la isla. Organiza viajes de dos días mínimo con él por el río Serrano, en el parque nacional de las Torres del Paine, lo cual puede ser una maravilla, pero el precio ascendía a 260 euros, además de ser un lío logístico de mucho cuidado. Lo he apuntado para la próxima.

Bueno, a pesar de lo que dije en su día, mañana cojo un avión para ir a Balmaceda en la XI región y empezar nuevas cosas en una zona aún menos turística que ésta, por el tiempo y la dificulad de acceso. Creo que voy a remodelar el viaje y me voy a concentrar en el Aysén, isla de Chiloé, zona de Puerto Montt y Santiago.

Cuidáos todos. Seguiremos informando.