miércoles, 5 de diciembre de 2007

El inmenso Pacífico


Que el océano Pacífico es inmenso ya lo sabíamos todos. Incluso tuvimos la suerte de verlo en Canadá, pero la sensación de inmensidad que me dio ayer fue algo nuevo: unas 15-20 hileras de olas rompientes, unos 800 metros de caos antes de salir a la relativa, muy relativa, tranquilidad de la marejada y la mar de fondo. Todo el tiempo me imaginaba tener que salir de la playa o atracar en ella con un kayak ... y algunos sabéis a qué me refiero. ¡Se me ponían los pelos de punta! (Por cierto, tercer intento frustrado de remar: en la bahía de Castro, de aguas mansas, sólo organizan excursiones en kayak en enero y febrero).

Esa playa -enorme, solitaria, preciosa- está en el parque nacional Chiloé, en su extremo meridional. El parque, declarado en los años 80, es muy pequeño para lo que hemos visto hasta ahora, menos de 50.000 hectáreas. La única parte accesible fácilmente es desde la pequeña localidad de Cucao, junto a la bahía del mismo nombre, a donde se llega en microbús tras unas dos horas de viaje no demasiado confortable. Como no hay más que un bus de ida y otro de vuelta, únicamente se pueden estar unas cinco horas y media andando por allí. Yo me concentré en la playa y un par de zonas que se cruzan para llegar hasta ella.

La primera parte que se atraviesa desde el área de administración del parque está cubierta de arrayanes, no demasiado grandes, dos especies de leguminosas absolutamente a reventar de flores amarillo intenso (Genista hispanica) y amarillo pálido (Lupinus arboreus), chilcos (Fuchsia magellanica), arbustos casi arborescentes llenos de flores, fucsias, claro, y montones de naltas, unas plantas de hojas gigantes (más de un metro de diámetro), y tallos también enormes y comestibles (en Coyhaique los vendían por la calle), y más cosas desconocidas, por supuesto. La cobertura del suelo es prácticamente del 100%, así que es imposible salirse del pequeño sendero. Lo más notable fue el avistamiento de un bando de choroys, una de las especies de "loro" que se puede ver en este país.

El camino se abre en una amplia zona de pastizales, matorrales bajos y zonas de charcos, en las que hay montones de aves, desde zarapitos y playeros de Baird, hasta bailarines chicos, run-runes, colegiales y golondrinas chilenas, sin olvidar a los sempiternos queltehues y tiuques (eso para los que disfrutan con los nombres de los pájaros), y a los numerosísimos aquí jotes de cabeza colorada. Todavía antes de salir de la zona más vegetada cayó un granizo-chaparrón de mucho cuidado, justo cuando iba en mangas de camisa.

Viene, pues, a cuento, que explique aquí un par de dolencias que sufre el turista con aficiones parecidas a las mías y similares medios de locomoción en lugares de clima inestable. La primera podríamos denominarla estrés termo-higrométrico con interfase óptica; la segunda es el estrés óptico sensu stricto. Intentaré explicarlas brevemente.

1º) Estrés termo-higrométrico con interfase óptica: consta de varias etapas:

Fase 1: el turista sale de su alojamiento. Hace una mañana espléndida y luce el sol. Se sacan de la mochila la cámara de fotos y los prismáticos. Se mete en la mochila el polar y se sujeta la chupa con las correas exteriores. Se ponen las gafas de sol (interfase óptica).

Fase 2: minutos después, se nubla y empieza a refrescar. Se saca de la mochila el polar, se dejan en el suelo cámara y prismáticos, se pone el polar, se cuelgan de nuevo cámara y prismáticos. Se quitan las gafas de sol (interfase óptica).

Fase 3: minutos después comienza a llover con intensidad. Se suelta la chupa de las correas exteriores y se pone. Se meten en la mochila los prismáticos y la cámara. Se le pone el chubasquero a la mochila. En esta fase no hay novedad con las gafas de sol, así que no hay interfase óptica.

2º) En este momento es cuando actúa el estrés óptico sensu stricto: minutos o, más habitualmente, segundos después de comenzada la fase 3 "aparece" alguna foto imprescindible: se descuelga la mochila, se la quita el chubasquero, se saca la cámara dejando la mochila abierta, se hace la foto mientras se moja la cámara, se guarda, se cierra y se pone el chubasquero hasta que la situación se repite instantes después. La cosa puede complicarse si en lugar de una foto lo que "aparece" es algún pájaro desconocido, ya que los prismáticos van al fondo, así que hay que sacar la cámara, ponerla en algún sitio, sacar los prismáticos, mirar, guardarlo todo.....y así ad eternum hasta que, afortunadamente, tarde o temprano se vuelve a la fase 1. Entonces hay que disfrutar todo el tiempo que se pueda. Os aseguro que es francamente cansado.

Bueno, pues como iba diciendo comenzó una transición rápida típica de fase 1 - fase 2 - fase 3. Cuando al rato volvió la fase 1 (para quedarse todo el día), tuve que quedarme un buen rato disfrazado de fase 3 hasta que conseguí que se secara todo.

El paseo por la playa, de lo mejor del viaje; no hubo nadie hasta que, cuando ya me iba, llegaron juntos los 6 norteamericanos y los 2 franceses con niña que habían compartido conmigo el viaje en bus. Todos ellos se quedaron en la desembocadura del camino, los yanquis (¿o yankees?) tumbados al sol en la arena, y los franceses tumbados al sol en un tronco.

La marea estaba baja, así que la playa era muy ancha, llena de gaviotas dominicanas y cahuil, pilpilenes (ostreros) y pilpilenes negros, piqueros y un pobre lile (cormorán gris de patas rojas) moribundo. La arena estaba llena de conchas -sobre todo de una especie de tellinas gigantes y de almejas enormes- restos de medusas, caparazones de cangrejos, cachiyuyos (las algas a las que ataban las mujeres yámana sus canoas), otras algas de grandes frondes laminares y una gran base con la que se sujetan a las rocas, troncos, restos de troncos,....y había un amarre de una barca con su ancla y todo. No quiero ni pensar en los pescadores que tuvieran que faenar desde aquí.

Los días aquí terminan igual que empiezan: con las voces de las bandurrias. La ciudad está llena de ellas; son como las cigüeñas en El Espinar, por poner un ejemplo. Además, son más o menos del mismo tamaño, anidan en árboles (ahora) y son bastante escandalosas. Aunque lo que no entiendo es porqué se llaman bandurrias y no trompetillas, o algo parecido, ya que tienen una voz entre gallinácea y trompetera grulliforme. Pero son bonitas y simpáticas (bueno, a mi me lo parecen).

Hoy, siguiendo los consejos de Gonzalo, me he dedicado a la cultura, es decir, a recorrer iglesias, es decir, a hacer kilómetros en microbus. Hay que decir que la red de microbuses es estupenda (aunque las máquinas no siempre lo sean): para ir a casi cualquier pueblo desde Castro hay servicio cada 15 minutos, y el precio oscila entre los 600 pesos (1 euro=720 pesos), y los 3.000 ida y vuelta al parque (recordad, 2 horas cada trayecto). Por supuesto, para trayectos menores la cosa va entre los 250 y 300 pesos. Además, aunque hay paradas "oficiales", te paran en cualquier sitio, tanto para subir como para bajar, prácticamente a la carta.

Pues bien, despues de hacer unas fotos a uno de los grupos de palafitos que son típicos de esta ciudad, he cogido un microbús (1.400 pesos, incluyendo el cruce en ferry del canal de Dalcahue) hasta Achao, en la isla Quinchao. Iglesia de madera sin pintar de 1730. Cerrada. Paseando por la playa, unos marineros que iban a coger su lancha me dicen que les haga una foto. Les hago varias y quedan inmortalizadas sus vacilaciones y trastabilleos producto del exceso de alcohol; afortunadamente para su seguridad, el que parecía el capitán era el que mejor estaba.

Microbús a Dalcahue (1.000 pesos, incluyendo el cruce en ferry del canal del mismo nombre). Iglesia de madera de 1905 (¿o lo habré visto mal?). Pintada de blanco y azul. Abierta. Paseando por la calle principal hago fotos de bastantes modalidades de tejuelas de madera con las que cubren las fachadas de conglomerado. No llego al rótulo de "Guzmán. Lavadoras" porque llega antes el microbús. Aunque era bastante feo, le iba a hacer una foto, claro.

Llegada a Castro casi a las 3. Bajada a la zona del puerto. Entrada al restaurante "El curanto": ¿Se puede comer curanto a estas horas? ¿Por supuesto, pase caballero? (Aunque quizás alguien ya se ha dado cuenta, aquí no hay señores si no caballeros). El famoso curanto, es "el cocido" de Chiloé: un plato compuesto de caldo, chancho, longaniza, pollo, papa cocida, milcao (una especie de torta de papa), chapalele (una especie de torta de papa y harina), cholgas (unos mejillones gigantes, aunque bastos), choritos (no os puedo decir porque no me ha tocado ninguno), y almejas (también grandes y poco finas). Ha sido menos tremebundo de lo que me temía cuando he visto llegar el plato, bueno la fuente. A mi lado, 12 tíos intentan vacilar con Nadia, la camarera que me ha atendido, que sólo habla conmigo, primero contestando a mis preguntas sobre todo lo que había en el plato, y luego preguntando ella si estaba "paseando", "y ¿cómo sólo?, ¿ha dejado a la familia en España?.

Tras el curanto, de nuevo a la terminal municipal de buses. Microbús a Chonchi (600 pesos). Iglesia de madera sin datar en la puerta, aunque en restauración. Pintada de azul cielo y amarillo. Abierta. Apenas paseo porque cojo el bús de vuelta a la media hora.

Me bajo a mitad de camino, en una zona en la que en marea baja se forma un gran lodazal que a estas horas (lo ví ayer volviendo del parque) está lleno de limícolas y gaviotas. Efectivamente, son cerca de las 6 y la playa está hasta arriba: además de las 2 especies de gaviotas y los queltehues de siempre, hay patos juarjuales y jergones grandes, cisnes de cuello negro, pilpilenes, zarapitos, pitotoys grandes y miles de zarapitos de pico recto. Cuando ya se me ha dormido casi todo por estar inmóvil encima de unas piedrecitas en el barro, algo asusta a los zarapitos de pico recto y a las gaviotas (el resto ni se inmuta) y, respectivamente, se echan a volar y al agua, momento que aprovecho para subir a la carretera, parar el primer microbús que pasa, llegar al alojamiento, quitarme las botas y bajar a escribir al ciber más próximo.

Los animales de aquí tienen cosas raras: he visto vacas en la playa comiendo algas, chanchos pastando hierba en un jugoso prado, y un joven de gaviota dominicana haciendo 11 picados consecutivos sin éxito para intentar capturar algún pez como si fuera un piquero: ¿será consecuencia de la insularidad?

Seguiremos informando.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola!
Efectivamente, cuánto estrés con tanto cambio de temperatura y el consiguiente cambio de ropaje y accesorios. (sin contar con el estrés de las subidas, bajadas y paradas de "los micros"), pero ¡no estás disfrutando ni ná, en esa playa solitaria e inmensa, en esos pueblitos con iglesia de madera...y con la preferencia que manifiestan los nativos por tu persona!
Aprovecha lo que te queda.. tomátelo con calma y nos alegramos del cambio del bocadillo por el cocido.
Un abrazo.
Marisa y Antonio

Unknown dijo...

Querido compañero, ya lejos de la banquise:

Historias mínimas me han alejado, a mi pesar, de esta ventana que me permite el contacto con tu "mar", ése que desde la mía, como dice la canción, no se ve. Y que yo agradezco tanto, y con el que disfruto tanto, y con el que estoy aprendiendo tanto.

Tengo que confersarte mi predilección por tus relatos cuando el protagonista es el hombre. Me he partido las tripas con la travesía en el bus, y con la secuencia de las fases. Casi, casi visual.

Hoy como ayer, aquí, amaneció un día explendido. El periódico El Pais, pretende amargarnosle desde su primera página. Nos cuenta que la educación española retrocede, que el nivel de comprensión lectora de los alumnos españoles de 15 años deja mucho que desear. Ya ves, novedad. Montón de datos, más datos, habla la ministra etc etc. Después de pensar un rato, no sé que parte de la palabra retroceso no he entendido. En fín, otea por ahí, a ver si entre unos y otros salimos de dudas.

Estoy curando un salchicón ibérico de bellota para inyectartelo en vena en cuanto vuelvas.

Un abrazo muy, muy fuerte, Ana.

Pablo dijo...

Intenso, largo y cansado, pero todo ello dentro de tu perfeccionismo metodológico, forma de ser y la tremenda capacidad de ver el lado bueno de el más mínimo charco de barro, hace que junto a tí sigamos disfrutando de microbus en microbus a diario en este viaje virtual que nos arranca de la rutina.
Que más sino darte las gracias por compartirlo con tus lectores.
Te seguimos emocionados.
Un beso

Anónimo dijo...

Hola Paco, el viaje debería seguir por otro continente y otro y otro, lo siento Mabel, Guzmán y Pablo, pero es muy divertido como lo cuentas todo. El leer tus aventuras es casi,casi, lo más divertido del día. Ya te tengo reservada la sala para la exposición de fotos, cuando quieras.

Anónimo dijo...

Vaya Paco, “agotaitos perdidos” nos hemos quedado con el síndrome del turista-viajero austral, lo vivimos de tan cerca contigo que creo que nos lo has contagiado…
Por cierto estamos deseando conocer a todos los cormoranes, sean grises de patas rojas o verdes o azules, picos rectos curvos con o sin plumas queremos conocerlos a todos y
también a esas bandurrias (hasta ahora creíamos que las bandurrias eran instrumentos musicales) que ignorancia ornitológica verdad?
Bueno sigue deleitándonos con tus vivencias sigue disfrutando tanto,

Las guagüitas y sus papás

Unknown dijo...

Querido Paco: Ayer vimos ( junto con tu Mabel) la película TIERRA, en los nuevos cines , ya sabes los de Nueva Segovia..
Hielos articos y antárticos, taiga, tundra, bosques tropicales, y un montón de mamíferos, terrestres y acuaticos, aves que jamás habia visto..
¿ Qué crees que traía a mi mente todo eso? A mi viajero austral preferido, sus descripciones naturalistas y sus descacharrantes "disecciones" de burocracias, comidas, paisanaje, y hasta de tí mismo, y tu estrés climático ! buenísimo !
A la salida una densa niebla lo envolvía todo y casi nos impedía encontrar un bar donde tomarnos la caña y la tapa,! A TU SALUD !
Miles de besos

Anónimo dijo...

Paco, Vuelve, ya hemos puesto el Nacimiento y la corona en la puerta, ¿ qué quieres de cenar el 24 de diciembre?.

Unknown dijo...

Paco para Nochebuena quiere bocadillo de salame. Yo me conformo con jamon iberico y salmon marinado. Disfruta del concierto padre. UN beso

Unknown dijo...

Como espero habrás sospechado, quien escribía antes, no era Jose Antonio, sinó como siempre , tu seguidora Lucia, es que se me olvidó firmar.
Por cierto como veo que ya empiezan a hablarte de comidas para tu regreso, yo quiero recomendarte una para tu estancia en Santiago: el COMPLETO.
Dile a Jenny, que te lleve al centro , y en concreto a un sitio ( no recordamos el nombre) que todos los chilenos decían era el mejor de Santiago, para comer el Hot-Dog patrio.
Porque en realidad el famoso "completo" no es mas que un perrito caliente, al que puedes añadirle, y ésa es su mejor versión, un monton de aditamentos, que merece la pena probar si paseas por el centro de Santiago, tras el subidón emocional, de tener enfrente el palacio de La Moneda.
Te queremos . LUCIA