lunes, 17 de diciembre de 2007

Neruda y los terremotos


A mí siempre me ha gustado decir que "hasta el rabo, todo es toro", así que aquí andamos apurando las últimas horas del viaje. Esta entrada la escribo desde el alojamiento de Buenos Aires, Bernie's, que me acoge en la última noche de cama antes de llegar a casa. En realidad, no está en Buenos Aires, si no a 3 kilómetros del aeropuerto Ministro Pistarini, más conocido como Ezeiza: llegando aquí desde Santiago casi a las 9 de la noche, y teniendo que estar de nuevo en el aeropuerto a las 9 de la mañana, no merecía la pena ir a la ciudad.

Los últimos días de Chile se podrían resumir en: machas a la parmesana, Neruda, puesta de sol en el Pacífico, Viña del Mar, terremoto, Neruda, Valparaíso, Santiago, o también, Jenny, Alfredo, Ismelda y Sergio.

Llegando con Jenny a San Antonio, después de pasar por alguna de las comunas pobres de Santiago -Quinta Normal, Cerro Navia (donde trabajó largos años y Nines con ella mientras estuvieron allí) y Pudahuel- nos metimos a comer en un restaurante "con vistas al mar" unas machas a la parmesana, que le encantan a Jenny, aunque estas no le gustaron mucho, y una reineta a la plancha con ensalada de palta y palmito. Traducción: las machas son unos bivalvos de tamaño más que regular, que eran las que yo llamaba tellinas gigantes en la playa del parque nacional Chiloé; la reineta es un pescado muy rico, parecido a .... no sabría deciros, ya sabéis que mi paladar deja bastante que desear; la palta es el aguacate, como ya sabréis casi todos.

La casa de Neruda en Isla Negra, la más genuina casa de Neruda, es una maravilla. Ni siquiera terminan de molestar el resto de turistas, el no poder hacer fotos o el tener que ir con guía y a su ritmo (relativamente rápido). Él mismo se definía como "cosista", acumulador de cosas, y así sus casas -sobre todo la de Isla Negra- están llenas de botellas de vidrios de colores, máscaras, mascarones de barcos, reproducciones de barcos, cuadros de barcos, fotos de poetas, objetos comprados en medio mundo, todo un mundo abigarrado y cálido en el que el poeta, amante de la buena vida, gustaba de reunirse con sus amigos a comer y tomar tragos.

Y la vista desde la casa, encaramada a una pequeña playa rodeada de rocas, es para quitar el hipo. El Pacífico se pasa allí la vida cantando. Os aseguro que me he imaginado perfectamente allí, comiendo y tomando tragos con mis amigos, con todos vosotros.

Terminar un día viendo la puesta de sol en el Pacífico no es mala cosa; máxime en un sitio con tráfico intenso de gaviotas, cormoranes, pelícanos, etc.

Viña del Mar es un sitio medio grande, pegado literalmente a Valparaíso, donde nos comimos un completo y paseamos un poco. Estábamos en el paseo marítimo haciendo tiempo para encontrarnos con Alfredo e Ismelda, dos amigos de Jenny que nos iban a enseñar los cerros de Valparaíso. Jenny se tumbó en un banco y yo me senté al lado, y de repente el banco empezó a agitarse violentamente; aunque no había notado ningún ruido, pensé que un camión estaba embistiendo al banco pero, cuando me volví a mirar, lo que ví fue que el coche aparcado detrás del banco también se movía con fuerza: ¡era un temblor! (allí no dicen terremoto a no ser que se caigan las casas a montones).

Al poco rato todo el mundo hablaba del temblor, dónde le había pillado, qué sabían, etc. Fue de 6 grados en la escala Richter, con el epicentro a 47 kilómetros de Valparaíso y un poco más cerca de Viña del Mar, y allí llegó de 5 grados: es una sensación realmente impresionante. Había mucha gente bastante asustada, pero al parecer no pasó nada grave aparte de hundirse una casa en Valparaíso. En casa de los amigos de Jenny, llena de antigüedades y cosas traidas de viajes, se les cayó todo y se les rompieron algunas cosas. Supongo que en España no habrá sido noticia. No sé si esta tierra tendrá algo conmigo, porque a las dos horas de llegar a Chile, el 14 de noviembre, fue el terremoto de Tocopilla, y ahora me despide con otro.

Valparaíso -que visitamos con Alfredo, nativo de aquí (también se llaman porteños), médico del hospital público de Viña, amante de la historia y disfrutador de otra beca Pinochet- es una ciudad, como otras varias que ya hemos visto, construida desde el mar hacia los cerros que la cierran por detrás. Esta tiene la particularidad de que los cerros son unos cuantos (nosotros vimos Cerro Alegre y Cerro Concepción), son bastante altos (lo que hace que la parte alta de la ciudad sea dura), tiene algunos de los que aquí llaman ascensores, que son unos mini funiculares, como algunos que hay en Lisboa, por ejemplo. Son de principios del siglo XX y todavía hay alguno en funcionamiento. Las inevitables casas de colores, forradas con chapas que traían los barcos, y con ventanas de guillotina, son lo más típico de la ciudad; se están rehabilitando muchas para poner hoteles, resaurantes y tiendas.

Y en Valparaíso está la tercera casa de Neruda, la Sebastiana, con vocación de barco en tierra como las otras dos, y con una vista sobre la bahía realmente impresionante. Hay un poema suyo: El Océano Pacífico se salía del mapa/ No había donde ponerlo/ Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte/ Por eso lo dejaron frente a mi ventana.

Casi a partir de ahí han empezado, o continuado, las despedidas: de Alfredo y su mujer Ismelda, gracias a los dos; de Jenny al llegar a Santiago, gracias Jenny, ojalá te vaya todo muy bien; de Sergio, aunque antes de despedirnos hemos tomado el último pisco-sour de Santiago, comido, subido al cerro San Cristóbal y visitado el memorial de los muertos por la represión del golpe. La despedida ha sido en el aeropuerto, después de depositarme allí. Gracias Sergio. Espero recibiros a todos en Segovia y corresponderos.

Algunos personajes del aeropuerto: en el mostador vecino, los jugadores del equipo de fútbol de la primera división Universidad de Concepción, que acaban de eliminar en las semifinales al Audax Italiano, que había ganado todo en la liga regular. El chico que está delante de mi en la cola: se va a trabajar a Barcelona porque le ha llamado un amigo; va con sus maletas nuevas azules, su guitarra y un poco de susto. El hombre que está detrás de mi en la cola: acompaña a su hijo pequeño que se va a pasar el verano a Nueva Zeland(i)a, trabajando en una finca agrícola y aprendiendo inglés (práctica habitual entre jóvenes chilenos, al parecer). Habla orgulloso de la herencia española de Chile, "Ustedes nos dieron la lengua, la religión, la organización, las costumbres,... aunque algunos renieguen de ello", y de lo bien que está Chile; aunque sigue siendo, según él, un país pobre necesitado de ayuda, tiene lo básico para funcionar: buenas instituciones, buenas comunicaciones, buena situación económica,... Con lo poco que he conocido, estoy de acuerdo con él, y la diferencia con Argentina es enorme, siempre a favor de Chile.

Buenas noches desde Buenos Aires. Seguiremos informando.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno Paco, veo que tu viaje toca su fin. Lo primero desearte buena vuelta y después darte las gracias por habernos hecho participes a todos de este viaje maravilloso, tan bien descrito, que hasta conocemos sus gentes, sus casas, su flora y su fauna y hasta sus terremotos o temblores.
Vamos a echar de menos, todos o casi todos los días consultar tu blog y disfrutar de tus relatos…
Nos vemos en Noche Buena,
Muchos besos de los de Moralzarzal

Anónimo dijo...

Qué final tan fantástico a tu viaje!!! ¿Qué más puedes pedir?.....y no lo digo por los temblores………

Feliz regreso a casa. Un beso fuerte,

Marta & (Edu)

Pablo dijo...

Terremotos? Puestas de sol? Parece cómo el climax del viaje; final estrepitoso en el que nuestro heroe vuelve triunfal a casa.

No me despediré como el resto de los comentaristas de tu blog, pues no creo que sea un adiós, dejemoslo en un hasta luego.
Nos vacunaremos contra las enfermedades precisas, compraremos el equipo necesario, y nos concienciaremos para subirnos una vez más a tu mochila, un día u otro, para retomar tus aventuras y acompañarte hasta el final de los oceanos.
Bienvenido a casa Papá.

Unknown dijo...

Vijero Austral:

Bienvenido a casa.

Millón de besos y preparate para lo "peor".

Ana

Anónimo dijo...

Gracias, gracias, gracias por tu viaje, del que nos has hecho partícipes.

Tengo aquí una botella con ganas de explotar.....

A ver si podemos compartirla a tu vuelta.

Rosa