jueves, 15 de noviembre de 2007

Al sur del fin del mundo


Puerto Williams, XII Región: Magallanes y Antártica Chilena, Provincia Antártica Chilena, Comuna Cabo de Hornos; 54º 56' S; 67º 36' W

Esta mañana era la primera prueba de fuego. Uno de los objetivos del viaje estaba ahí, se trataba de cruzar el mítico Beagle y llegar más allá del fin del mundo, marca turística de Ushuaia, hasta la auténtica población más austral de la tierra, bien es cierto que no ciudad, rango que efectivamente ostenta Ushuaia.

Como marino poco avezado, nada más levantarme me he tirado a la ventana para ver el aspecto del Beagle: nublado y con apenas visibilidad de la isla Navarino ¡vaya hombre! Tras ser recogido en el hostel, transportado a la sede de la empresa encargada de la empresa, de nuevo transportado a formalizar la documentación para salir de Argentina, por fin embarcamos.

La embarcación: la "Nene", una zodiac de 6 metros de eslora y 3 de manga, con tejadillo de lona para evitar salpicaduras.

La tripulación: el capitán Mauricio Fontana, lobo de mar dedicado actualmente a tareas de cabotaje, y la dulce marinera Diana, cuya principal misión en esta travesía era cuidar de la torta (tarta) que el alcamar (especie de policía acuática) de Puerto Navarino le había encargado para celebrar mañana por sorpresa el cumpleaños de su mujer (otra chica que cumple años el 15 de noviembre: felicidades a Loles y Pochi). Por cierto, en la aduana argentina, tripulación, pasajeros y policías nos habíamos reunido en torno al scaner para ver cómo se ve una torta (tarta): "Parece una paella" "Parece una pizza" "Eso deben ser frutillas (fresas)" y cosas por el estilo.

El pasaje: un islandés y un español (yo mismo). El islandés, capitán del pesquero "Antártida", anclado en el puerto de Ushuaia. El buque, como me cuenta el capitán durante la travesía, es de bandera argentina y pertenece a una sociedad mixta chino-argentina. La tripulación está compuesta a partes iguales por chinos y por argentinos, "y por mí", añade él con cara un poco triste. El lío para entenderse no debe ser pequeño: el capitán no habla español ni chino; los chinos no hablan español ni inglés y tienen un portavoz, y los argentinos no hablan chino y supongo que alguno hablará inglés. Se dedican a la pesca de la "polaca" que no tengo ni idea de que pez es, y el capi va a estar aún un mes faenando y el 15 de diciembre vuela a Madrid desde Buenos Aires, para desde allí ir hacia el norte para llegar a casa, en Reykiavik, para navidad. Por poco no volvemos juntos.

Cuando llegamos a Puerto Navarino, que se limita a una casa en la que vive el alcamar con su familia (es un destino al que obligatoriamente hay que ir con mujer e hijos, y la madre debe comprometerse a hacer de maestra de los niños siguiendo los programas oficiales), esperamos a que llegue el personal de inmigración, al que hay que avisar de que va a ir gente desde el país de enfrente para que se desplacen desde Puerto Williams, a 50 kilómetros de distancia.

Llegan el Policía Internacional y el miembro del SAG (Servicio Agrícola Ganadero, el mismo que nos retuvo el salame en Cerro Castillo), hacen los trámites correspondientes...bueno, hasta cierto punto, porque el del SAG, tras preguntarme cuál era mi equipaje (era el único que había, el islandés no llevaba nada) y decir "Pura ropa, ¿no?", comienza una conversación (animada por mí, que no quería descubrir el trozo de queso que llevaba junto a la cámara de fotos), sobre el clima de la zona, la duración y sueldo de los destinos aquí, lo complicado, caro y largo que es ir a casa a Punta Arenas, etc.

Al rato, el capitán Fontana, la dulce Diana y el islandés triste se embarcan de nuevo para volver a Ushuaia. El capitán del pesquero, al parecer, había ido únicamente a prorrogar su visado. Entonces se produce la última situación cómica de la mañana: el policía internacional me pide que les haga unas fotos mientras se va la zodiac, en las que se les vean los logotipos que llevan en la espalda, para algún asunto oficial. Les hago unas cuantas con su Sony, y se quedan muy contentos. Al terminar, el policía internacional, el del SAG, el conductor de la combi y un servidor nos subimos a la Nissan Vanette y nos venimos todos juntos a Puerto Williams.

Aquí estoy en una casa particular que alquila habitaciones con baño. Me dan de comer y cenar en demasiada abundancia pero bien (el propio conductor ya me había hablado de cómo cocina Gaby: mañana tengo lasaña y centolla) , así que la tímida pérdida de michelines recién iniciada con mi nuevo régimen de Ushuaia que tanto ha preocupado a algunos, ha quedado totalmente arruinada.

La isla tiene una pinta excelente, llena de montañas y bosques. Las especies vistas hoy son las de siempre, no ha habido ninguna nueva, pero da gusto verlas y reconocerlas y, por fin, tras la estancia en Bariloche donde Mabel descubrió un macho de carpintero magallánico que golpeaba troncos viejos de lenga en compañía de otro macho, hoy he visto una hembra dando porrazos en ramas altas y finas de lengas vivas.

Por la tarde he subido al cerro Bandera, desde donde hay una vista espléndida del Beagle y de Tierra del Fuego, pero al llegar a 400 metros de altitud y posiblemente lo más al sur del viaje (54º 57' S), me he tenido que dar la vuelta: las nevadas de los últimos días han cubierto totalmente el camino, que no se distinguía por donde iba, así que como no me apetecía perderme la cena ha vuelto sobre mis pasos.

El camino discurre por un espeso bosque, al principio de lengas, ñires y coigües (forma de escribirlo en Chile), y más arriba formado casi exclusivamente por lengas. Hay muchos árboles caídos y mucho rebrote, de forma que hay un estrato arbustivo formado también por lengas. Como cualquier bosque deciduo, frío y con poco sotobosque, no hay mucho alimento, así que no se ven apenas pájaros, se oyen muy pocos y hay un gran silencio. Ya de vuelta, en la penumbra del atardecer, unas bandurrias, con sus gritos gallináceos, están instaladas para dormir en los árboles, pero no consigo verlas hasta que no deciden cambiar de emplazamiento y vuelan sobre mi cabeza. Hay vida que pasa inadvertida: al bajar, rompo un tenue hilo de seda con la cara; una arañita ha pasado por allí mientras yo subía.

En las casi cinco horas que pasan desde que salgo de casa no veo a nadie. Hay huellas antiguas en el barro, pero son de hace 2 ó 3 días, como queda confirmado al llegar a la nieve: las huellas están debajo. Ahora sí que tengo la sensación de estar lejos, pero cuanto más lejos, más cerca me parece estar de la esencia de las cosas (frase filosófica del día). Esto es francamente bonito, así que aquí también podéis buscarme si me pierdo.

Aquí al lado vive la abuela Cristina, de 87 años, la última yámana (de madre yámana y padre español) que sabe el idioma y recuerda muchas cosas. Hablan de ella con mucho cariño.

Lo que también hay aquí son visones americanos, que al parecer comen patitos como descosidos, y castores, que preparan sus presas e inundan zonas bien grandes en las que se mueren todos los árboles. Los castores se soltaron en Tierra del Fuego para el negocio de la piel, y los tipos han cruzado el Beagle, que tiene sus millas de ancho y sus corrientes, y han venido aquí; pero también han alcanzado ya el continente, tanto en la zona de Punta Arenas como por el norte de Tierra del Fuego: han cruzado por la zona de la Primera Angostura del estrecho de Magallanes, que tiene 4 millas de ancho, el agua está a 5 grados y la velocidad de la corriente es de casi a 50 kilómetros por hora.

Bueno, me parece inhumano seguir dándoos el rollo, además mis huéspedes se han ido a la cama hartos de esperar a que terminara.

Una última aclaración: no paso frío, no paso hambre y no paso sueño. Simplemente me lo paso en grande. De todas maneras, muchísimas gracias por vuestra preocupación, por vuestros comentarios (que espero que entendáis que no los conteste en el blog, aunque los leo con emoción y cariño), y por vuestra compañía.

Un abrazo, buenas noches y seguiremos informando.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Paco, ándate con cuidado por esos hostels del fin del mundo, que tu viaje me recuerda al de Darwin...aunque te falta un Fitzroy beato para discutir como Dawkins manda. Como sabes, sufrió un terremoto espantoso estando en Valparaíso, aunque a ti te ha pillado a miles de km, por suerte. A ver si te vas a pillar la enfermedad de Chagas, que dicen le atormentó el resto de su vida, en uno de esos camastros infestados de chinos y españoles.
El último embutido argentino que me comí, allá en Bariloche, acabó en las fauces de un chimango, que probablemente lo regurgitaría nada más paladearlo. Con lo ricas que están las empanadas...Ahora te adentras en la tierra de la palta. ¡Cuidado con el pisco!
J

Anónimo dijo...

Querido Paquito; vaya, vaya. Así que el Las Torres del Paine has pasado frío. No creas que me he olvidado de la gorda chilena. Recuperaremos la conversación cuando vengas y sin copitas de más, y sin moscones de nariz fina.

Me das envidia, sobre todo por tu valentía y capacidad de adapación. Tu si que eres un cromanón autentico.

Cuidate, muchos besos. Ana.

Pablo dijo...

No puedo evitar sonreir cuando pienso en lo que estaras disfrutando por esos parajes encontrandote a ti mismo. Te lo mereces realmente asi que exprimelo hasta la última gota (y no es que dude que lo estes haciendo).
Cuidate y sigue escribiendo, sigo tus entradas en el blog con pasión.
Un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

Realmente, esa es la impresión que das ¡te lo estás pasando en grande!.
¡Que son todas esas minucias de la lluvia, la nieve, el frío y el viento, los bocatas andando y...etc.!
El sitio donde estás ahora tiene toda la pinta de "fin del mundo" ¡qué soledad y qué belleza debe haber!
Pues nada, sigue disfrutando y contando.
Un abrazo.
Marisa y Antonio

Anónimo dijo...

I´m very relieved that you've survived the Zodiac ride, that you're finally eating well, and that you have a GPS with you if you're going to keep walking around in the snow like that. Your stories are wonderful and funny and a treat to read. I'm up to my ears in articles about wolves at the moment and thinking lots about you. Take care, and enjoy the Argentinian microbrews!

Santiago dijo...

Cuando pensamos (todos) que estabas un poco majara por plantearte el viaje solo, estábamos equivocados. ¡Que envidia...

J. Álvarez dijo...

Querido Paco, desde la más ABSOLUTA ENVIDIA, recibe un fuerte abrazo.
A través de Mabel, quién vímos el otro día de forma fugaz, y a través de tus comentarios, sabemos que estás disfrutando plenamente de tu viaje que, por lo que cuentas, se adapta perfectamente a tus sueños e ilusiones. Así que, lo dicho, sigue gozando de esa naturaleza tan apasionante y recibe un entrañable abrazo de tus vecinos de enfrente.
Julio, Merche y Belén.

Esteban dijo...

Sabiéndote por fín en Puerto Williams, me viene a la memoria el día (principios de marzo, camino de Montejo) en que me anunciaste, absolutamente entusiasmado, el viaje que preparabas para el otoño ("¡qué envidia me das!"). Y el caso es que al final, menudo viaje que nos estamos pegando todos en tu compañía. Da gusto ver hasta el último de los detalles: lo de la arañita que pasó por allí antes de que tú bajases me parece fantástico. En el fín del mundo ¿qué se escucha? ¿a qué huele?. Nosotros también te leemos con emoción y cariño.
Cuidate. Un abrazo.
Esteban