lunes, 19 de noviembre de 2007

Rumbeando p'al norte


El viernes a las 6 de la mañana llegó a Puerto Williams el ferry que al día siguiente me iba a trasladar a Punta Arenas. Unas horas después llegaron un par de avioncitos al aeropuertito de la isla. Conclusión: el pueblo "se llenó" de extranjeros, sobre todo franceses, algunos de los cuales, tan quejosos de las condicones de todo (el ferry, el alojamiento, el tiempo, los precios....ah! la grandeur!), llegaron a las 6 en el ferry y se fueron a las 10 en el avión.

Bueno, el día transcurrió entre paseos, charlas con los nativos, fotos, fotos a la Nicol y sus amigas mientras soplaba las velas, merienda de cumpleaños con la familia de Nicol, una cervecita (Austral roja, artesanal patagónica) en Los Nonos leyendo la prensa de Punta Arenas, un poco de compra de comida para el ferry (luego me enteraré de que se come a todas horas a cuenta de la empresa), entre carcajadas de la dependienta del "minimarket" cuando le pido la mortadela al peso y cuando le digo que me corte las rodajas finas (¿¿tan finas??).

La verdad es que he estado muy a gusto aquí, me han hecho sentir como en casa. La última noche nos fuimos Gaby, Julio y yo a tomar algo a un barco atracado en el puertecito que funciona como bar para socios y "yatistas", no para vecinos, y estuvimos un rato de charla con dos australianos bastante cociditos, sobre todo ella, que navegan por estos mares en el Westerly Serenade. "Don Paco, tiene que volver con su señora cuando tengamos terminadas las dos habitaciones nuevas".

Por fin llegó el momento de zarpar en el inenarrable ferry Bahía Azul, de la empresa Transbordadora Austral Broom. Finalmente éramos 9 y no 8 los pasajeros (4 italianos, pareja de suizos, pareja de alemanes y yo), y la capacidad de la nave era para 28 pasajeros, así que iba llena en un tercio. El desayuno a las 8, la comida a las 11:30, la merienda a las 15:30 y la cena a las 18:30. Como el comedor tiene capacidad para 8 personas, yo he solido hacer las comidas un poco más tarde y con la tripulación, lo cual ha tenido algunas ventajas como explicaré dentro de un momento.

El ferry es en realidad una barcaza diáfana para transporte de vehículos, con una de sus bandas ligeramente ensanchada para alojar los microcamarotes, cocina, comedor, baños, puente de mando y zona de butacas donde íbamos las dos parejas y yo (imagináos un autobús de la Sepulvedana, en viejo, y con dos filas de asientos a un lado del pasillo y una al otro lado). A cambio de tan sumarias condiciones, te puedes mover por todas partes, incluso en los peores momentos de la travesía, y hasta estar en el puente de mando y hacer (más bien oir) toda suerte de comentarios sobre la casi guerra del 78 con Argentina por el reparto del canal Beagle y las islas de la zona (asunto que también comentan con pasión -y resignación- los argentinos, que se lamentan de la pérdida de las islas Picton y Lennox, a lo que argumentan los chilenos que siempre fueron suyas). Tanto la proa como la popa son planas, ya que son una rampa abatible para entrada y salida de vehículos; la quilla es plana, y ambas características tienen consecuencias en la forma de navegar del barco.

Las primeras 10 horas de travesía fueron tranquilas y hasta vimos el sol algunos minutos. Atravesamos el brazo noroeste del Beagle y el Canal Ballenero, dejando al norte la isla Grande de Tierra del Fuego que en esta parte -chilena- alberga la cordillera Darwin y varios ventisqueros (glaciares) impresionantes: Holanda, Italia, Comanche, Alemania y España. El tiempo ya está negro y las cumbres cubiertas de nubes. Los petreles gigantes nos acompañan todo el tiempo, y hay también ocasionales albatros de ceja negra, un par de lobos marinos, algunos pingüinos de Magallanes, gaviotines australes que pescan lanzándose al agua en picado, cormoranes de cuello negro, skúas (salteadores chilenos los llaman las guías de aves de aquí),...en fin, una delicia.

A las 6 empieza a llover, caen auténticas cortinas de agua que dificultan enormemente la visibilidad. Las islas de ambos lados del canal se ven absolutamente negras: laderas empinadísimas cubiertas de bosques que caen casi a plomo al mar. Es imposible no recordar las historias de Coloane sobre sucedidos en estos canales; la sensación es de absoluta desolación y abandono. Hace frío y la lluvia a veces se transforma en granizo o en nieve.

A eso de las 10 de la noche, aún con una lúgubre claridad, mientras estoy en el puente oigo una llamada por la radio como concertando una cita. El ferry para los motores y de uno de los canales del sur surge entre la creciente oscuridad una barquita de pescadores. Se acerca al ferry, amarra a la amura de babor e izan a bordo 4 grandes trampas llenas de centollas que, una vez descargadas, son devueltas a la barca que, a toda velocidad, se pierde de nuevo entre las islas. El asunto debe tener algo de ilegal porque cuando voy a hacer una foto de las centollas me invitan a no hacerlo. Eso sí, al preguntar en broma al camarero y ayudante de cocinero que si esa va ser la comida de mañana, me dice "para tí sí, para los otros no", levanta el pulgar en gesto que tanto gusta a Santiago, y me da la mano.

Por la noche, al salir del canal Ballenero a la Bahía Desolada, abierta por el sur al Pacífico sin protección, tenemos unas horas de temporal. Dada la ausencia de proa que corte las olas y el fondo plano, la sensación es como de ir en un autobús por un camino lleno de grandes baches: el barco cabecea poco pero va dando golpes secos. Sobre todo se mueve lateralmente y el conjunto es un tanto desconcertante. Entre el movimiento, el frío y la incomodidad de las butaquitas dormir, dormir, se duerme poco, pero la emoción de estar viviendo una pequeña tempestad en el Beagle lo compensa todo.

Por la mañana, tras algún rato de calma, vuelve el mal tiempo al cruzar el Paso Brecknock, que deja al norte la península Brecknock, lo más occidental de la isla de Tierra del Fuego. Durante el día se alternan la nieve, el granizo y la calma, el mar agitado y el viento de popa que nos empuja por un mar como asfaltado. Montones de albatros, petreles gigantes, petreles plateados, petreles de las tormentas, cormoranes de cuello negro e imperiales, salteadores chilenos, pingüinos, y hasta, en dos ocasiones, sendos grupos de delfines australes que acompañan a la proa del barco durante un rato pasando por debejo de ella.

Tras ponerme morado de centolla (la que finalmente no caté en Puerto Williams), cuando ya estaba a solas con la tripulación como me había indicado mi amigo el pinche, regada con un rico tinto, a las 37 horas de navegación, con el sol poniéndose, hicimos la entrada en un puertecito de Punta Arenas. Despedida de tripulación y pasaje y cogemos un taxi entre Brita y Lars (de Munich) y yo.

Y aquí estoy. En Punta Arenas, un tanto desconcertado. Ya os contaré de la matrona croata que me aloja y de mis próximos movimientos hacia la región del Aysén y el campo de hielo norte. Parece que esto va a ser un periodo de transición.

Gonzalo, yo también te quiero, y no descarto pillar tu jet si la nostalgia me atenaza en demasía. Javier, no puedo colgar fotos porque las hago en formato RAW que habría que traducir con el Photoshop.

Besos y seguiremos informando.

10 comentarios:

Pablo dijo...

He pasado frío y casi hasta maréo al enbarcarme, y nunca mejor dicho, en esta última travesía de tus viajes. Por suerte la fabulosa medicina llamada envidia me ha hecho sentir mucho mejor transcurrido un ratito.
Sigue disfrutando y narrando.
un beso

Anónimo dijo...

Debido a mi falta de mundo, por no llamarla pura y dura ignorancia, que contrasta enormemente con tu doctorado en 'patagonialogía', me estaba abrumando tanta inmensidad en la que me perdía, hasta que me ha dado por acompañar la lectura de tu diario con la visión simultánea de 'patafotos', e imágenes 'satelitales' que me ayudan en el seguimiento de la ruta.

No tengo palabras para añadirlas a lo que cuentas (ni falta que hace ¿verdad?), digo a todo que sí, que qué bonito viaje, que qué aventura, que qué experiencia...

Anónimo dijo...

Que se me olvidaba identificarme. Que soy Ana, 'la periodista' de la oficina.

Y que a mí también me elevan, me entretienen y me chiflan tus relatos. O sea, como a todos tus seguidores.

Cuídate.

Anónimo dijo...

Habrás apreciado, querido, la insulsez de los crustáceos y moluscos australes (en Chile, especialmente por Punta Arenas, es típico el llamado 'loco', una especie de monstruoso ¿bígaro?) que explica el porqué de lo 'rebarato' que son las conservas de allí aquí. Una lástima, porque se le hace a uno la boca agua con lo de las langostas...
Lástima también que no hayas pillado el Beagle en un día esplendoroso, como lo vi yo la primera vez, que parecía que estábamos en el estanque del Retiro pero rodeado por aquellas inmensidades y glaciares de ensueño. Pero bueno, todo tiene su encanto. La segunda vez lo vi como tú, con mareo incluido al salir un breve rato al Pacífico (?), y me preguntaba cómo podía vivir nadie allí y menos en pelotas. Pero ya nos has ilustrado tú sobre este misterio. ¡Gracias!

Abrazos!
J.

Anónimo dijo...

Después de viajar a través de las olas y el frío de tu relato, acompañada por tus delfines australes……. despierto en mi despacho, la lluvia cae incesante (bendita lluvia… ha tardado en venir), Eduardo trabaja a mi lado, callado, nada se escucha, sólo el teclado…….. me encanta leerte Paco, de verdad es un placer, cada palabra habla de la intensidad con que disfrutas de tu viaje…… y qué viaje!
Te diré que me encantaría estar “desconcertada” en Punta Arenas……por cierto, a qué saben las centollas australes? no creo que estén tan riiiiiiiicas como las gallegas….
A seguir pasándolo en grande!
Besos y cuídate.
Marta&Eduardo

Unknown dijo...

gran relato padre. Como es que has decidido hacer las fotos en raw? pero no habiamos quedado en que no estaba clara la utilidad con respecto a jpeg? Y hablando de fotos, me alegro que estes retratando a la gente de por ahi.
que sepas que el fin de semana se ha hecho muy largo sin actualizacion en el blog. Un beso

Unknown dijo...

Querido Paco, con esto del MUCES ( la muestra de cine europeo de Segovia ) andamos todos como cinéfilos empedernidos y en mi caso ,ese es el motivo de haber escrito menos. Pero ahora que estoy tan peliculera leo tus relatos y los veo en pantalla grande , con música y una voz en off, la tuya. ! Me encanta!
Aprovecha tú soledad porque cuando vuelvas vas a tener que dar cita previa para que " veamos " tu viaje.
Cuando hablas de Chile siento una especial emoción, (aunque nosotros por el Sur, solo llegamos hasta Chiloé ), ese pais donde vivimos casi un año , y además nos casamos , siempre despierta en mí interés y deso de volver.. Por cierto ¿ los chilenos del lejano Sur tambien toman " once " ?
Miles de besos LUCIA

Anónimo dijo...

Paco; hoy 20N día de la infamia, te leo.
¿Salió alguien a despedirte cuando te fuiste de la estancia?
un abrazo, Arturo.

Paquete de Ducados dijo...

Hola Paco,

Me acabo de incorporar a tu blog, después que Antonio y Marisa nos lo comentaran, y desde que me he conectado me he enganchado a su lectura y no he podido dejarlo hasta que he terminado de un tirón tu prosa de todos los días, desde que empezaste hasta hoy. A partir de ahora tienes a un nuevo lector que va a estar a diario pendiente de lo que escribas.

Qué nostalgia me traen tus comentarios. Siempre he pensado que iba a volver por esas tierras que tanto se han grabado en mi memoria, pero ahora cada vez estoy más decidido a hacerlo. La naturaleza de esas tierras del sur en estado puro, especialmente las Torres del Paine, tienen un especial atractivo para mí, mucho más que las del norte con los grandes desiertos.

Estoy seguro que estás disfrutando como un enano porque lo transmites en tus escritos y te doy las gracias por hacernos partícipes de ese disfrute a todos los que te seguimos. Espero con impaciencia ver algún día las fotos del viaje.

Un abrazo de M. Carmen y mío.

Anónimo dijo...

Miercoles por la mañana, te leo mientras me tomo un cafetito. Antes del Adelantado y del Pais, para que veas.

Ayer estuvimos viendo una película francesa de Chabrol que nos gustó mucho, sobre historias simples y complejas del mundo de la grandeur. A miles de kilómetros en todas direccions de tus historias. Este mundo nuestro, el de aquí, tan civilizado, nos hace finos, nos merma capacidad pero nos brinda la posibilidad de experiencias como la tuya que en definitiva son un lujazo.

Me gustaria que tu viaje durase muho más porque alarga en parte el mío. Bueno el mio entre comillas, ya sabes de mi incapacidad de adaptacion a las inclemencias. Pero asi las cosas, pasaditas por tu pluma, perdon por tu tecla, resultan de lo mas apetecibles.

Llueve. Besos. Ana.